La doma del jaguar - Biblioteca Virtual Universal
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Tomadas de las manos<br />
cantaban y cantaban.<br />
Y de pronto me vieron 15<br />
y cantando formaron ronda doble<br />
en torno a mí, muy altas, muy hermosas.<br />
Sobre todo, muy altas. [104]<br />
(Después de muchos, muchos años,<br />
todavía las veo sobre el césped 20<br />
muy altas y cantando.<br />
Y yo las miro desde abajo,<br />
vestido con mi traje marinero,<br />
la gorra en una mano<br />
y en la otra, confites de la sala.) 25<br />
[105]<br />
Escuela primaria<br />
Decían que era la mejor escuela de Asunción, pero yo no estaba de acuerdo. Acaso la<br />
escuela fuese buena en sí, no sólo por contraste con otras; pero mi evaluación no entraba en<br />
esas sutilezas. <strong>La</strong> escuela a mí me parecía horrible. Ocupaba esta gran parte de una<br />
manzana espaciosa; la formaban sin mayor afinidad arquitectónica, sin ninguna simetría,<br />
tres o más edificios que se comunicaron entre sí mucho después de su construcción<br />
individual. Eran de una sola planta, salvo un único edificio nuevo, este sí planeado<br />
conforme a un designio pedagógico para constituir el ala izquierda <strong>del</strong> establecimiento. En<br />
esta ala se construyeron las aulas y funcionaban los cursos <strong>del</strong> magisterio. Creo que la<br />
Escuela Normal de Profesores no ha cambiado mucho en más de medio siglo. En los<br />
tiempos que yo evoco, la gobernaba una educadora ilustre: Felicidad González.<br />
A esa escuela me llevaron un primero de marzo en uno de los primeros años de la<br />
tercera década <strong>del</strong> siglo, y me dejaron en el centro <strong>del</strong> zaguán que se abre sobre la calle<br />
General Díaz.<br />
Ahora me veo a mí mismo en el patio alto de la escuela, patio totalmente embaldosado,<br />
perteneciente al ala más antigua, al ala que hace esquina sobre Independencia Nacional y<br />
General Díaz. En este patio hay largas, rectas filas de [106] escolares de guardapolvo<br />
blanco, formados aquí para cantar el Himno antes de la primera clase. Es la hora de la<br />
siesta. Lucía Príncipe, la profesora de música; simpática, bajita, pizpireta, se sienta frente a<br />
un alto piano negro. <strong>La</strong>s maestras, de pie sobre una especie de largo poyo de ladrillo<br />
revocado que se alza a lo largo de una buena extensión <strong>del</strong> patio, miran frente a sí, esto es,<br />
hacia las filas de sus respectivos grados, grados que se jerarquizan por la edad, el saber y la