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La doma del jaguar - Biblioteca Virtual Universal

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fantasma que nos favorecía con fabulosas riquezas. Resolvimos suspender nuestros<br />

encuentros durante una semana para reanudarlos luego con otro espíritu.<br />

<strong>La</strong> noche de aquel día me acosté en una cama que había yo hecho colocar en el cuartobiblioteca.<br />

Cerrada la única ventana podría yo dormir hasta bien avanzado el día siguiente.<br />

Y apenas me dormí cuando tuve un sueño terrible. Mr. Dugald Scott vistiendo la rica<br />

indumentaria con que lo pintaron en el lienzo <strong>del</strong> Salón, se me apareció patente, aterrador,<br />

en la oscuridad, envuelto todo él en una luminiscencia propia de un fantasma de su<br />

categoría.<br />

-Usted -me dijo en inglés apuntándome con el índice de la diestra con el puño adornado<br />

de encajes- usted va a encontrar un tesoro en esta propiedad de sus mayores. Pero esto no<br />

acontecerá antes que usted cumpla los ochenta años.<br />

Su rostro, naturalmente encarnado, estaba pálido de ira. Su pelo, su barba, sus patillas y<br />

sus bigotes estaban más [66] rojos que de ordinario. Su mirada era en él lo más terrible dos<br />

chispas de verdoso fuego que traspasaban la oscuridad como estoques.<br />

-Este será el castigo de los Scott por su conducta reciente. Usted será rico, muy rico,<br />

pero cuando la riqueza no le sirva para nada.<br />

* * *<br />

No falta mucho para mis ochenta años. <strong>La</strong>mento que todos los buscadores <strong>del</strong> tesoro,<br />

excepto dos, hayan fallecido. A ellos la riqueza los hubiera hecho felices, a mí, no.<br />

1994 [67]<br />

<strong>La</strong>s botas <strong>del</strong> prisionero<br />

El mayor Bermúdez se levantó bruscamente de su silla de campaña. Tan brusco fue su<br />

movimiento que la silla cayó hacia atrás. Sobre su mesa destartalada, cubierta por un mapa<br />

militar, brillaba intensamente una lámpara Petromax. <strong>La</strong> mesa, sacudida por el sobresalto<br />

<strong>del</strong> jefe, hizo vacilar la Petromax, cuya luz, al moverse, proyectó sombras violentas dentro<br />

<strong>del</strong> refugio subterráneo. Hasta ese refugio, zanja rectangular con techumbre de quebracho<br />

en que el mayor tenía su puesto de comando, volvía ahora a llegar, como en las tres noches<br />

anteriores, un estruendo cercanísimo de armas y un rumor de agitación, de desorden, de<br />

desbandada.<br />

-¡Otra vez, otra vez gritó con furia el mayor. Un morterazo estalló en ese instante a<br />

pocos metros de distancia. <strong>La</strong> zanja toda se estremeció. Del techo de quebracho cayó un<br />

puñado de tierra negra y seca que se esparció sobre el mapa. El mayor, tosiendo<br />

convulsivamente, se arrojó sobre su catre de campaña y hurgó bajo la almohada y entre las<br />

revueltas mantas en busca de su linterna. Luego, en cuatro zancadas, estuvo fuera de la

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