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La doma del jaguar - Biblioteca Virtual Universal

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Y cuando triunfó el golpe de febrero de 1936, usted permitió el vejamen <strong>del</strong> Presidente<br />

de la Victoria y lo desterró. Hablo, claro está, <strong>del</strong> Dr. Eusebio Ayala y <strong>del</strong> gobierno más<br />

honesto que jamás rigió nuestros destinos, gobierno a quien el golpe triunfante no pudo<br />

acusar de ningún fraude, de ninguna trapacería, de nada de lo que en nuestro lenguaje<br />

político y no político se llama robo.<br />

-Mi general, aquí me siento lleno de ecuanimidad y exento de todo fanatismo. Ha de ser<br />

porque ahora no soy más que un espíritu como esos millones y millones de espíritus que<br />

forman selvas espesas en estos lugares. Pero usted está hablando como haciendo<br />

proselitismo partidario...<br />

- No, Rafael. Aquí verá poco a poco lo que antes no vio. El primer gran denunciador <strong>del</strong><br />

crimen contra el Dr. Eusebio Ayala fue el jefe militar de la revolución de 1936. Me refiero,<br />

como usted bien sabe, al valeroso Federico Smith. A él le agradezco sus palabras de militar<br />

arrepentido. Y esto después de haber cruzado yo el río, el río que no se puede [156] cruzar<br />

dos veces. Admito, Rafael, que cuando comencé a ordenar mis papeles para mis Memorias,<br />

no me era fácil perdonar a quienes después de la Victoria me trataron como a un<br />

<strong>del</strong>incuente. Por eso, en la versión inglesa de mis Memorias, la primera que vio la luz, no lo<br />

cito a usted con su nombre y apellido ni a otros muchos camaradas de armas. Pero ahora,<br />

todo el resentimiento de antes, no tiene sentido alguno.<br />

-Muy cierto. Lo que verdaderamente vale de cuanto como militares hemos hecho en<br />

nuestra vida mortal, ha sido, con nuestro ejército, ganar la guerra, vencer a un enemigo tres<br />

veces más numeroso. Y haber contribuido a desvanecer el último vestigio de derrotismo en<br />

un pueblo aplastado en 1870.<br />

-Es cierto, Rafael. Alguien viene hacia nosotros, seguido de otras sombras, desde aquel<br />

grupo bajo la gran luz...<br />

-¿Quién será el gran anciano con el quepis todo bordado y largos bigotes blancos?<br />

-Es el hombre de Orleans, Rafael.<br />

-¿El Hombre de Orleans?<br />

-Sí. Ferdinand Foch, maréchal de France.<br />

-¿Y los otros?<br />

-Vamos hacia ellos para acortar la distancia. Pronto lo sabremos...<br />

1994 [157]<br />

Amanecer sobre las momias

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