La doma del jaguar - Biblioteca Virtual Universal
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órdenes. Si usted, Rafael, no se hubiera creído providencial, su justa y merecida gloria<br />
hubiese sido todavía más grande. Como la de unos de esos Capitanes que estamos viendo<br />
allí enfrente, inconfundibles desde aquí, fuera <strong>del</strong> tiempo.<br />
-Usted me está hablando duramente, mi general. Me reprocha haberme creído<br />
providencial. ¡Yo no he sido sino un soldado patriota y honrado!<br />
-En este prado, Rafael, me siento más inclinado que nunca a la tolerancia. Escúcheme<br />
con calma y verá usted si estoy o no en lo cierto. Dejemos de lado eso de providencial. Le<br />
diré otra cosa. Usted se creyó algo así como reencarnación de un militar mítico de nuestra<br />
historia. Un militar que sin saber nada de milicia fue general a los dieciocho o diecinueve<br />
años. Siempre mostró, durante toda su vida, una gran ignorancia <strong>del</strong> arte militar. Si usted<br />
Rafael hubiera sido reencarnación de ese héroe mítico, su actuación en la guerra <strong>del</strong> Chaco<br />
hubiera sido una serie de desastres.<br />
El tema es interesante. Le ruego que lo analicemos...<br />
-Yo he sido y soy un ferviente admirador de ese héroe que usted llama mítico.<br />
-¿Cómo puede ser un gran general un jefe que rehuyó mandar directamente todas las<br />
grandes batallas de una guerra de cinco años; que jamás se puso al frente de sus tropas<br />
cuando era todavía concebible el éxito y cuyas campañas no fueron más que descabelladas<br />
aventuras como por ejemplo, el muy previsible fracaso en Uruguayana? ¡Todas sus ineptas<br />
iniciativas exigieron el sacrificio de [153] millares de vidas! Él siempre mandaba pelear a<br />
otros y, lejos de la lucha, juez severo, castigaba al vencido fusilando, degradando, velando,<br />
a quien según despótico dictamen no cumpliera sus órdenes lejanas.<br />
-Usted olvida que ese hombre a quien usted denigra murió con la espada en la mano<br />
lanzando el famoso grito «¡Muero con mi patria!»<br />
-En ese grito hay megalomanía, más megalomanía que otra cosa. Mire usted Rafael:<br />
durante el primer año de las operaciones ordenadas por López, el Paraguay perdió la mayor<br />
parte de su ejército. El atroz fracaso de Tuyutí, en mayo de 1866, fue una catástrofe<br />
irreparable en lo que atañe al poder militar de nuestra nación. El que mandó ejecutar a sus<br />
más heroicos jefes, el gran culpable de los sangrientos tribunales, el torturador de su propia<br />
madre, el jefe de Estado que regaló a su querida extranjera más de 3.000 leguas de tierras<br />
fiscales, fue el máximo verdugo de este pueblo en toda su historia.<br />
-¡Cómo puede decir esas atrocidades acerca de quien fue el mayor de los patriotas!<br />
-Digo las que usted llama atrocidades porque aquí se deshacen los embustes de la<br />
patriotería mendaz e irresponsable. Nosotros no necesitamos glorificar un falso héroe y un<br />
tirano sanguinario para exaltar el heroísmo indiscutible de nuestro pueblo.<br />
Uno de los apologistas de usted, Rafael, ha creído dedicarle a usted el máximo elogio<br />
afirmando que usted, en la Eternidad, está sentado a la diestra de Solano López, como<br />
Jesucristo a la diestra de Dios Padre según reza la oración.