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La doma del jaguar - Biblioteca Virtual Universal

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Chicos crueles le salían al encuentro y le arrojaban puñados de tierra. Y entonces<br />

apagaban un instante la diminuta figura <strong>del</strong> anciano. Macario es, pues, una sombra casi<br />

insustancial errante por las calles de Itapé. Es la leyenda, es un mito viviente, colmo de<br />

sugestiones guaraníticas e [174] hispánicas, algo así como un siglo, o casi un siglo <strong>del</strong><br />

pasado colectivo que sobrevive desteñidamente en el mísero villorrio. Y es también la<br />

sabiduría popular que habla en la lengua aborigen... con elocuencia de metáforas y<br />

símbolos oscuros:<br />

-El hombre, mis hijos -nos decía-, es como un río. Tiene barranca y orilla. Nace y<br />

desemboca en otros ríos. Alguna utilidad debe prestar. Mal río es el que muere en un<br />

estero... (Adviértanse, de paso, los endecasílabos).<br />

Yo subrayo algunas palabras con lápiz rojo. Mi voz, que no es nada buena por su timbre,<br />

no deriva nunca hacia el bisbiseo; pero yo quiero que se me entienda con claridad absoluta,<br />

y entonces he de pronunciar con mayor fuerza algunas frases de Roa -y algunas mías- en<br />

tono diferente de las demás <strong>del</strong> texto de mi ponencia. Mañana será la primera vez que hable<br />

en Europa, y el auditorio, constituido por críticos y escritores, es supercrítico y no debe<br />

aburrirse. ¡No, de ninguna manera! Sigo leyendo en voz que no debe ser campanuda pero<br />

que de algún modo ha de ser «contundente»:<br />

«En el corro de muchachos que le escuchaban con escalofríos», el viejo Macario solía<br />

recordar al Dictador Perpetuo. Se desplazaba en el tiempo a muchos lustros de distancia.<br />

Los enemigos <strong>del</strong> Dictador, decía, vendidos al extranjero, conspiraban para derrocarlo.<br />

Formaban un estero que se quería tragar a nuestra nación, por eso él (El. Dr. José Gaspar de<br />

Francia) los perseguía y los destruía. Tapaba con tierra el estero...<br />

(Nótese que Macario habla <strong>del</strong> hombre atribuyendo a su afirmación validez universal, y<br />

de nuestra nación como testigo de sucesos de trascendencia colectiva, nacional).<br />

«Cabe ahora observar que nadie ha trazado un perfil tan sugestivo <strong>del</strong> Dictador Francia<br />

desde la época de los [175] Robertson, los Rengger y Longchamps y Thomas Carlyle hasta<br />

nuestros días, como Augusto Roa Bastos:<br />

-Dormía con un ojo abierto. Nadie lo podía engañar... Veíamos los sótanos oscuros<br />

llenos de enterrados vivos que se agitaban en sueños bajo el ojo insomne y tenaz. Y<br />

nosotros también nos agitábamos en una pesadilla que no podía hacernos odiar, sin<br />

embargo, la sombra <strong>del</strong> Karaí Guasú.<br />

Lo veíamos cabalgar en un paseo vespertino por la calle desierta, entre dos piquetes<br />

armados de sables y carabinas. Montado en el cebruno sobre la silla de terciopelo carmesí<br />

con pistoleras y fustes de plata, alta la cabeza, los puños engarfiados sobre las riendas,<br />

pasaba al tranco venteando el silencio <strong>del</strong> crepúsculo bajo la sombra <strong>del</strong> enorme tricornio,<br />

todo él envuelto en la capa negra de forro colorado, de las que sólo emergían las medias<br />

blancas y los zapatos de charol con hebillas de oro, trabados en los estribos de plata. El<br />

filudo perfil giraba de pronto hacia las puertas y ventanas atrancadas como tumbas, y<br />

entonces aún nosotros, después de un siglo, bajo las palabras <strong>del</strong> viejo, todavía nos

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