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La doma del jaguar - Biblioteca Virtual Universal

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Hubo una reacción de terror entre los circunstantes; yo mismo me asusté porque estaba<br />

pensando que por qué no sería cierto que hubiese un Pora de verdad, que se valiera de mí,<br />

de Artemio y Crispín para sus fines inescrutables.<br />

Restablecida la no segura calma entre nosotros, y después de unos buenos rezos, el<br />

Señor Pora, hábilmente interrogado, manifestó en forma inequívoca que el entierro se<br />

encontraba hacia el norte, a unos cincuenta metros <strong>del</strong> lugar donde estábamos. No recuerdo<br />

bi en si esta información se produjo aquella misma noche o en otras posteriores. Lo cierto<br />

es que Campito, que era medio agrimensor, se ofreció a trazar, sobre el terreno al norte de<br />

la Casa, una raya blanca, raya pintada luego a la cal con una gruesa brocha que había [61]<br />

en el garaje, <strong>La</strong> raya -exigió el Señor Pora-, debía ser trazada y luego pintada de noche, y<br />

nada más que de noche.<br />

<strong>La</strong> angustia, la excitación, el miedo y la codicia estaban exacerbando los ánimos. Fue<br />

necesario recurrir a algo religioso para sosegarlos un tanto. Uno <strong>del</strong> grupo, Mario Pérez, si<br />

mal no recuerdo, prometió conseguir un litro de agua bendita.<br />

Y un sábado de noche nos trajo una transparente botella llena <strong>del</strong> líquido santificado.<br />

Creo que el santo Paí Saubate, <strong>del</strong> Colegio San José, en la capilla llena de colorines de<br />

aquel tiempo, fue quien bendijo el agua no lejos <strong>del</strong> altar <strong>del</strong> beato Miguel Garicoits.<br />

Ese mismo sábado de noche comenzó la sesión con nueva solemnidad.<br />

Cada cual vertió un poco de agua bendita sobre la mano derecha convenientemente<br />

preparada para retener ese poco y utilizarlo para una santiguada más perfecta.<br />

Rolón, que era calvo como ya dije, se empapó el cráneo pelado con buena cantidad <strong>del</strong><br />

agua preciosa.<br />

Rolón era unos quince años más viejo que nosotros; nosotros andábamos por los veinte;<br />

él por los treinta y cinco. No por esto era menos crédulo y menos inocente. Esa noche hubo<br />

más fervor en la oración. Noches después ya fue necesario abandonar la pieza junto al<br />

Salón y acompañar a Campos a quien le tocaba trazar la dicha raya con cal. Campos se las<br />

arregló para colocar un hilo tenso, como hacen los albañiles, entre el corredor posterior de<br />

la casa y el lugar a los cincuenta metros hacia el norte.<br />

Yo, que era una especie de médium, debía recibir las revelaciones de la campanita; por<br />

eso tuve que quedarme en la casa, en el cuarto junto al Salón, para hacerla funcionar.<br />

Crispín iba y venía <strong>del</strong> grupo a mí y transmitía los mensajes que yo le daba. Todas estas<br />

cosas pasaban durante la noche, he dicho. [62]<br />

Durante el día, en las horas de estudio (ya casi no estudiábamos) todo era tomar tereré,<br />

hablar de la Guerra Grande, de los asaltos de la caballería de uno y otro bando y, sobre<br />

todo, de entierros en Piribebuy, en Luque, en la proximidades <strong>del</strong> Aquidabán, en los viejos<br />

patios de Asunción.

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