La doma del jaguar - Biblioteca Virtual Universal
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-Voy a dar de cenar a Tigre y Colibrí -dijo de pronto el dueño de casa. Tigre y Colibrí<br />
reposaban calmosamente en la tierra endurecida con agua y escoba. Los bueyes acogieron<br />
al amo con ronquidos cariñosos. Hilillos de densa saliva les colgaban de los belfos.<br />
-Tiene suerte este Francisco -pensó el Comisario-. Hasta los bueyes lo quieren con amor<br />
más de perro que de [35] buey. Conocí el otro día a Selva, su sobrina. Mañana iré a<br />
visitarla.<br />
* * *<br />
Agricultor progresista, hombre práctico deseoso de mejorar sus cultivos y diversificar<br />
los productos de las chacras, Francisco viajaba a la capital y allí compraba toda suerte de<br />
insecticidas para combatir los bichos. De la capital había traído un buen arado que fue<br />
novedad en toda la comarca circunvecina, el primer arado de su clase. Pronto sus hijos y<br />
sus yernos tuvieron cada uno su arado de marca igual.<br />
Una de las razones de estos viajes era mantenida en secreto. A pocos kilómetros de la<br />
capital había una casita limpia y bien pintada con su huerta y jardín cuidados con esmero.<br />
Allí vivía una muchacha muy agraciada y de hermoso rostro, que ya había parido más de un<br />
hijo cuyo padre no era conocido en el contorno. <strong>La</strong> hermosa muchacha se llamaba Selva<br />
Del Valle y ella acogía cariñosamente a su tío, el apuesto Francisco Arias. Nadie dudaba de<br />
que Francisco Arias fuera su tío, hermano él de la madre de la buena moza. Este embuste se<br />
aceptaba sin malicia alguna. En cuanto a los hijos de Selva, que no nacían precisamente por<br />
generación espontánea, esto es, sin fecundación de varón, a poco de nacidos y ya<br />
destetados, iban a engrosar el patriarcado de los Arias de Capiípe-ry, presuntamente<br />
enviados desde las Misiones. Francisco y María <strong>del</strong> Rosario los acogían amorosamente, y<br />
eso que ella no era otra Lía ni otra Raquel. Francisco, sí había pactado con las prácticas de<br />
Jacob, no pareciéndole <strong>del</strong> todo perversa su unión secreta con la bellísima Selva, soltera y<br />
de buena fama.<br />
¿Qué había pasado? Francisco en el capítulo 11 <strong>del</strong> Segundo Libro de Samuel leyó la<br />
historia <strong>del</strong> Rey David y de [36] Betsabé, mujer de Urías: «Entretanto, sucedió que un día,<br />
levantándose David de su cama después de la siesta, se puso a pasear por el terrado <strong>del</strong><br />
palacio, y vio en otra casa de enfrente una mujer que se estaba bañando en su baño y era de<br />
extremada hermosura. Envió, pues, el rey a saber quién era aquella mujer, y le dijeron que<br />
era Betsabé, mujer de Urías, heteo. David la hizo venir a su palacio, habiendo enviado<br />
primero a algunos que la hablasen de su parte; y entrada que fue a su presencia, durmió con<br />
ella; la cual volvió preñada a su casa, diciendo: He concebido...»<br />
El hijo <strong>del</strong> adulterio murió al séptimo día por voluntad <strong>del</strong> Señor, pero luego Betsabé<br />
parió otro hijo y este fue nada menos que Salomón, el sabio de los sabios. Francisco durmió<br />
con Selva Del Valle y de ella tuvo varios hijos. El primer hijo de Francisco y Selva, murió<br />
como el de Betsabé y de David, al séptimo día.<br />
El labrador como el rey poeta, hizo también penitencia. Penitencia secreta, pero no<br />
renunció a Selva Del Valle.