La doma del jaguar - Biblioteca Virtual Universal
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En Oxford, conforme a una antigua tradición, es despertado violentamente, al rayar el<br />
día, con gritos destemplados por un sirviente de la universidad, por un steward. Es que le<br />
han asignado una habitación que se cierra por fuera y que tiene, además, apariencia de<br />
calabozo gótico. El lector juzgará si en las páginas sobre Oxford, donde hay hasta un<br />
adarme de crítica literaria, no hay también algo de cuento... Podría yo aducir otros ejemplos<br />
de entre estas piezas de carácter misceláneo. Pero el lector curioso -y benévolo- los<br />
encontrará sin ayuda de nadie. [7]<br />
El apéndice transcribe tres juicios críticos de Manuel Alvar, Ángel Mazzei y Elvio<br />
Romero.<br />
Estos tres juicios versan sobre mi libro de cuentos El ojo <strong>del</strong> bosque. Manuel Alvar,<br />
lingüista y crítico eminente de la Real Academia Española, problematiza la definición de<br />
cuento en su análisis <strong>del</strong> citado libro, análisis que como es de esperarse tiene interés<br />
literario. Manuel Alvar declara hacia el final de su breve ensayo que esa mi obra narrativa<br />
le ha hecho pensar en Poe unas veces y otras en Valle-Inclán. Algo bien diferente asevera<br />
Ángel Mazzei, distinguido crítico y refinado poeta, (detector zahorí de influencias,<br />
coincidencias, confluencias), que, desde 1966 ha comentado varios libros míos, y a quien<br />
aprovecho esta oportunidad para agradecerle la generosidad y brillantez de su estimativa.<br />
Tocante a los maestros que El ojo <strong>del</strong> bosque le ha hecho recordar, son éstos muy diferentes<br />
de los nombrados por Manuel Alvar, lo cual a su vez tiene interés literario. Incluyo el<br />
mensaje de Elvio Romero en homenaje a una amistad iniciada allá por los años cuarenta...<br />
H. R. A. [8] [9]<br />
Un corpulento Jaguar o Tigre americano. [10] [11]<br />
<strong>La</strong> <strong>doma</strong> <strong>del</strong> <strong>jaguar</strong><br />
Al hacerme cargo <strong>del</strong> obraje maderero en el Alto Paraná necesitaba urgentemente un<br />
capataz. Convoqué una junta de peones la misma mañana en que desembarqué <strong>del</strong><br />
vaporcito y subí la escarpada barranca.<br />
-¿Quién es el más bruto de todos ustedes? -les pregunté sin ambages. Los veinticuatro<br />
forajidos se miraron entre sí como para calibrarse recíprocamente. Dos nombres oí<br />
murmurar antes de oír la respuesta categórica: los nombres de Toribio Vera y de Antenor<br />
Frutos.<br />
-¿Quién es el más bruto de estos dos? -inquirí yo, serio. Yo observaba impasible a los<br />
veinticuatro, sentado en mi banquito de urundey que desde entonces sería mi sitial en la<br />
selva. Difícil elegir entre Vera y Frutos, si éstos eran sus verdaderos nombres. Los dos