La doma del jaguar - Biblioteca Virtual Universal
La doma del jaguar - Biblioteca Virtual Universal
La doma del jaguar - Biblioteca Virtual Universal
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Yo columbro, yendo hacia la plaza <strong>del</strong> Congreso, el prócer edificio coronado de su vasta<br />
cúpula. ¡El Congreso de la Nación Argentina que gozó durante largo tiempo de poder<br />
efectivo, de la inspiración vociferante de ilustres parlamentarios!<br />
Evoco las palomas ahora invisibles, cuyo revoloteo incesante es la <strong>del</strong>icia <strong>del</strong> transeúnte<br />
y <strong>del</strong> ocioso; palomas [192] gordezuelas, no sólo blancas sino de matices de colores ahora<br />
imprecisos; palomas que aterrizan sobre el césped, las estatuas, la fuente -o las fuentes-;<br />
palomas que cruzan el aire azul diáfano, no el aire maligno como las que compara Dante<br />
con las sombras de Paolo y Francesca:<br />
Quali colombe, dal disio chiamate,<br />
con l'ali alzate e ferme al dolce nido<br />
vengon par l'aer dal voler portate...<br />
(Inf. v, 82-84)<br />
¡Sí, palomas <strong>del</strong> roucoulement, <strong>del</strong> arrullo amoroso, <strong>del</strong> andar gentilísimo con ritmo<br />
único. Y también de voracidad insaciable a la que nunca falta alimento ofrecido por manos<br />
arrugadas y por tiernas manos de niños y de niñas.<br />
Pero esto de los tiempos felices <strong>del</strong> gran edificio - tiempos que acaso vuelvan, ojalá-; <strong>del</strong><br />
edificio digo, levantado por quienes se sabían hijos de una nueva y gloriosa Nación; y esto<br />
de las palomas, de la fuente (o las fuentes) y las estatuas, etc., son nada más que recuerdos<br />
de paseos recientes o lejanos que vienen a mí mientras yo voy tratando de concentrarme en<br />
otra ocupación exclusiva de toda meditación ciudadana. Yo voy componiendo, entre este<br />
gentío abigarrado, un soneto. Sí señor, nada menos que un soneto de exigentes rimas. Y es<br />
que Buenos Aires ha sido siempre un ámbito de euforias mías durante breves o dilatadas<br />
visitas a la ciudad de afectuosos amigos, a la ciudad en que se vocea un diario famosísimo<br />
en que he publicado ensayos y cuentos y en que, muchas veces, y generosamente, se han<br />
reseñado libros míos de prosa y verso.<br />
Yo voy componiendo, insisto, mentalmente, un soneto. ¡Y cosa más curiosa! estando<br />
como estoy en una urbe enorme, llena de bullente vida y de atractivos tan apasionantes para<br />
turistas y no turistas y para poetas y [193] pintores sobre todo; estando como estoy en la<br />
indisputada Reina de la Plata cantada por el tango inolvidable, yo pienso en una pequeña<br />
ciudad, en una aldea de mi tierra natal, en el país de mi infancia tantas veces evocado en<br />
docenas de poemas en los que nunca he podido decir definitivamente lo que quisiera decir.<br />
Porque he trazado poema tras poema a la casi evaporada Villarrica de mis días infantiles.<br />
Estoy en Buenos Aires pero como accidentalmente, como irrealmente; en la realidad<br />
obsesiva <strong>del</strong> ensueño paseo por las calles rojas y blancas de Villarrica. <strong>La</strong> gente azacanada<br />
que ahora me rodea y que además de rodearme me codea afanosa y con fastidio hacia quien<br />
se retarda en la marcha, me sobresalta y me perturba. ¡Ya he imaginado el título <strong>del</strong> soneto<br />
irreprimible: es, simplemente, «Anhelo».<br />
El primer cuarteto ya se escribe como en la pantalla de una computadora en la pantalla<br />
de mi mente absorta. Esta pantalla tiene un tamaño ilusorio que yo pienso llenar con<br />
escritura de generosa tipografía, diré, con perdón de técnicos electrónicos: