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La doma del jaguar - Biblioteca Virtual Universal

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-Padre nuestro que estás en el cielo...<br />

Yo, arrodillado junto a mi sillón hurgué en la oscuridad y agarré el extremo <strong>del</strong> cordón.<br />

<strong>La</strong> voz de Centú sonó, después <strong>del</strong> rezo, con emoción profunda, con respeto y temor:<br />

-Señor Pora: ¿Hay un tesoro enterrado en esta posesión de los Scott?<br />

Si la respuesta es afirmativa, dé por favor un toque de campana. Yo apenas podía ver en<br />

la oscuridad. El gran Centú, tenía, seguramente, las manos unidas porque era muy devoto.<br />

Hablaba un castellano bien timbrado que ahora la emoción volvía algo vacilante.<br />

-Si la respuesta, Señor Pora, es afirmativa -repitió Centú, un son de la campanita<br />

bastará...<br />

Yo entonces supe que había llegado el momento más solemne: di un tirón al cordón y<br />

desde allá dentro <strong>del</strong> Salón llegó claramente un ¡Tin! que sobrecogió de susto a casi todos<br />

nosotros. <strong>La</strong> hora, la oscuridad, el silencio de pronto herido por el mensaje de ultratumba<br />

<strong>del</strong> bronce, eran suficientes para erizar los pelos al más pintado.<br />

¡Había un tesoro cerca; se imponía ahora saber dónde, si bajo el mismo piso de la casa<br />

Scott o en algún lugar reconocible por señas <strong>del</strong> enterrador o los enterradores: por ejemplo,<br />

bajo el árbol más alto y más frondoso <strong>del</strong> parque Scott, o entre algunas piedras grandes!<br />

[60]<br />

Preguntado sobre la ubicación <strong>del</strong> entierro, el Pora se mantuvo en silencio. (Es decir, yo<br />

no hice sonar la campanita). Pero argüí muy razonablemente, en opinión de Franco-í, que<br />

era modoso, melifluo y afectado, que faltaba algo esencial.<br />

-Señores -dije- primero vamos a preguntarle al Pora si quiere o no quiere que<br />

busquemos el tesoro.<br />

El señor Pora afirmó no oponerse a nuestros planes. A una pregunta que yo mismo<br />

formulé con debido respeto, agregó que nos ayudaría.<br />

Mario Pérez con su carota ingenua llena de pecas y ahora no visible, urgió que<br />

tuviéramos en cuenta los cuatro puntos cardinales. -El señor Pora está dispuesto a entregar<br />

el tesoro; según lo que ya oímos el tesoro no está debajo de estos pisos. Debe de estar en<br />

una de las dieciocho manzanas, acaso en una de la más próxima. Preguntemos, pues, si<br />

encontraremos el entierro al norte, al sur al este o, al oeste, <strong>del</strong> punto en que nos<br />

encontramos.<br />

No sé yo si Crispín o Artemio empujó una silla y esta cayó hacia atrás, respaldo abajo,<br />

creo, haciendo un ruido terrible para ese momento.

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