Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres
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<strong>Edad</strong> <strong>de</strong> <strong>Cristal</strong> <strong>Guillermo</strong> <strong>Enrique</strong> <strong>Hudson</strong><br />
El día era tan luminoso y asoleado que me infundió una suerte <strong>de</strong> pasajera alegría y<br />
comencé a canturrear trozos <strong>de</strong> viejas y apenas recordadas melodías. Eran cantos al verano<br />
que se aleja, teñidos <strong>de</strong> melancolía y me sugerían otros versos escritos no para ser<br />
cantados, que comencé a repetir.<br />
Bellas flores perecieron en la tierra callada<br />
Capullos <strong>de</strong> valles y montes que dieron<br />
Fragancia a los vientos.<br />
Y luego:<br />
Los pájaros gozosos, buscaron más tibia playa<br />
Demorándose hasta que llegaran los gélidos vientos<br />
Que marchitan sus hogares.<br />
Y estos también eran fragmentos que sólo exhalaban tristeza, ello hizo que <strong>de</strong>sechara<br />
<strong>de</strong> mi mente a la poesía y no pensara en nada. Procuré interesarme en el vuelo <strong>de</strong> esos<br />
rapaces semejantes a halcones, abriéndose en gran<strong>de</strong>s círculos sobre mí a gran altura. Al<br />
contemplar esa lejana bóveda azul bajo la cual se <strong>de</strong>slizaban tan serenamente y que parecía<br />
tan infinita, evoqué los días pasados en que, al contemplar el firmamento, había elevado<br />
una oración al Espíritu Invisible, pero ahora recordaba las palabras que el padre <strong>de</strong> La Gasa<br />
me había dicho y la oración se <strong>de</strong>sdibujó en mi corazón sin ser formulada y una rara<br />
sensación <strong>de</strong> orfandad me apenó, obligándome a poner nuevamente los pies sobre la tierra.<br />
A mitad <strong>de</strong>l camino hacia el monte, en un abra, en la cual no había ni árboles ni<br />
arbustos, me encontré con una bandada <strong>de</strong> cigüeñas, por lo menos medio millar,<br />
aparentemente <strong>de</strong>scansando en su travesía, pues todas permanecían inmóviles con sus<br />
cogotes encogidos, como dormitando. Eran aves muy majestuosas y elegantes <strong>de</strong> un color<br />
gris puro con un collar negro en el cuello y patas y picos rojos. El acercarme no las<br />
molestó hasta que estuve a unos dieciocho metros <strong>de</strong> la más cercana, pues estaban<br />
dispersas en casi media hectárea <strong>de</strong>l terreno; entonces se alzaron con un breve batir <strong>de</strong> alas,<br />
tan sólo para situarse a una corta distancia.<br />
Un increíble número <strong>de</strong> aves, sobre todo acuáticas, habían aparecido en la vecindad<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el comienzo <strong>de</strong> este tiempo lluvioso y borrascoso. El río también estaba poblado con<br />
estos nuevos visitantes y se me había dicho que la mayoría eran migratorios, llegados <strong>de</strong><br />
lejanas regiones nórdicas, don<strong>de</strong> habían hecho sus hogares <strong>de</strong> estío y que ahora se dirigían<br />
al sur en busca <strong>de</strong> climas más benignos.<br />
Toda esta agitación <strong>de</strong> los seres emplumados me había traído, en mi período <strong>de</strong><br />
perturbaciones, tan poco placer como los otros cambios habidos a mi alre<strong>de</strong>dor: esos<br />
ejércitos alados en su paso apresurado en quebrados contingentes, gritando y agitando sus<br />
alas día y noche entre las nubes blancas, como su propio terror o con negro plumaje, como<br />
mensajeros <strong>de</strong>l mal sólo agregaban a mi fantasía <strong>de</strong>presiva un nuevo elemento <strong>de</strong> temor a<br />
ese natural mío distorsionado por los fracasos y lleno <strong>de</strong> tremendas premoniciones y<br />
presagios.<br />
El interés que en mí <strong>de</strong>spertaron estas peregrinas cigüeñas me pareció un síntoma<br />
feliz <strong>de</strong> retorno a un estado <strong>de</strong> ánimo más normal, y antes <strong>de</strong> proseguir mi marcha <strong>de</strong>seé<br />
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