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Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres

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<strong>Edad</strong> <strong>de</strong> <strong>Cristal</strong> <strong>Guillermo</strong> <strong>Enrique</strong> <strong>Hudson</strong><br />

Al acercarme a La Casa se hicieron audibles suaves sones flotando en el aire<br />

nocturno y sabía que el dulce espíritu <strong>de</strong> la música, al cual eran todos tan <strong>de</strong>votos, estaba<br />

entre ellos. Tras escuchar un rato a la sombra <strong>de</strong>l pórtico entré y <strong>de</strong>seando no interrumpir a<br />

los cantantes me <strong>de</strong>slicé hacia un rincón oscuro y me senté. Empero, Yoleta me había visto<br />

entrar y presta vino hacia mí.<br />

-¿Por qué no vino a cenar, Smith?, preguntó, ¿por qué se le ve tan triste?<br />

-¿Necesita preguntarlo, Yoleta? ¡Oh, me habría hecho tan feliz haber podido ganar el<br />

afecto <strong>de</strong> su madre! ¡Si ella sólo supiese cuánto lo <strong>de</strong>seo y cuánto simpatizo con ella! Pero<br />

jamás le agradaré y cuánto hubiese querido <strong>de</strong>cirle <strong>de</strong>berá quedar sin pronunciar.<br />

- No, no es así, dijo, venga conmigo ahora a verla, si usted se siente así, ella le será<br />

amable. ¿Cómo podría ser <strong>de</strong> otro modo?<br />

Yo mucho me temía que me aconsejara una impru<strong>de</strong>ncia; mas, ella era mi guía, mi<br />

amiga y maestra en La Casa y me resolví a acce<strong>de</strong>r a su <strong>de</strong>seo. No había luces en la larga<br />

galería cuando volvimos a entrar; sólo los blancos rayos lunares que atravesaban las altas<br />

ventanas iluminaban una columna o un grupo <strong>de</strong> estatuas que arrojaban negras sombras<br />

sobre el piso y la pared dando al sitio una apariencia sobrenatural. Una vez más, al llegar al<br />

centro <strong>de</strong> la sala, me <strong>de</strong>tuve, pues, ahí, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí, siempre inclinada hacia a<strong>de</strong>lante,<br />

estaba sentada la maravillosa mujer <strong>de</strong> piedra, bañada totalmente su cara pálida y ansiosa y<br />

su cabellera <strong>de</strong> plata.<br />

- Cuénteme, Yoleta, ¿quién es? susurré ¿Es la estatua <strong>de</strong> alguien que vivió en esta<br />

casa?<br />

- Sí, pue<strong>de</strong> enterarse <strong>de</strong> ello en la historia <strong>de</strong> La Casa y en esta inscripción sobre la<br />

piedra. Ella fue una madre y su nombre era Isarte.<br />

- Pero, ¿por qué tiene ella esa expresión extraña y afligida en su rostro? ¿Fue ella<br />

<strong>de</strong>sdichada?<br />

-¡Oh, no pue<strong>de</strong> advertir su <strong>de</strong>sdicha! Ella soportó muchas penas y la calamidad que<br />

las coronó fue la pérdida <strong>de</strong> siete hijos bien amados. Se habían ido juntos a la montaña y<br />

no regresaron cuando se los esperaba; por largos años aguardó sus noticias. Se conjetura<br />

que una enorme roca se habría <strong>de</strong>sprendido y que en su caída los aplastó y arrastró. La<br />

pena por los hijos <strong>de</strong>saparecidos emblanqueció sus cabellos y dio a su rostro esa expresión.<br />

-¿Cuándo ocurrió eso?<br />

- Hace más <strong>de</strong> dos mil años.<br />

-¡Oh, entonces es una tradición familiar muy vieja! Pero, la estatua, ¿cuándo fue<br />

hecha y colocada aquí.<br />

- Ella la hizo colocar aquí. Fue su <strong>de</strong>seo que la pena que soportaba se recordase en<br />

La Casa en todos los tiempos, pues nadie había sufrido como ella. La inscripción que hizo<br />

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