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Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres

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<strong>Edad</strong> <strong>de</strong> <strong>Cristal</strong> <strong>Guillermo</strong> <strong>Enrique</strong> <strong>Hudson</strong><br />

conducido, no a la Sala <strong>de</strong> Juicios, don<strong>de</strong> había esperado ser llevado, sino al Aposento <strong>de</strong><br />

la Madre: ahí estaba el padre <strong>de</strong> La Casa sentado con Chastel y junto a ellos siete u ocho <strong>de</strong><br />

los otros. Todos me dieron la bienvenida y parecían contentos <strong>de</strong> verme <strong>de</strong> nuevo bien; no<br />

podía <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> notar cierto aire solemne que parecía <strong>de</strong>cirme que era visto como un ofensor<br />

ya hallado culpable y que estaba ahí para ser juzgado.<br />

- Hijo mío, dijo el padre dirigiéndose a mí en un tono tranquilo, pero magistral que<br />

no me <strong>de</strong>jaba la más mínima esperanza <strong>de</strong> eludir el asunto. Es un consuelo saber que su<br />

ofensa es <strong>de</strong> tal naturaleza que no pue<strong>de</strong> disminuir nuestra estima hacia usted, ni aflojar los<br />

lazos <strong>de</strong> afecto que lo unen a nosotros. Aún está débil y quizá con la mente algo<br />

confundida por las circunstancias <strong>de</strong> los últimos días. Por lo tanto no le exijo que me dé los<br />

<strong>de</strong>talles, pero sí he <strong>de</strong> <strong>de</strong>tallar su ofensa y si me equivoco en algún concepto me corregirá:<br />

El gran amor que siente por Yoleta, continuó, (y aquí me sobresalté y enrojecí<br />

dolorosamente, pero las palabras que siguieron me señalaron que tenía poca razón para<br />

alarmarme) el gran amor que siente por Yoleta le causó en esos treinta días <strong>de</strong> su reclusión<br />

profundo sufrimiento, tanto que perdió la alegría <strong>de</strong> vivir, se alimentaba poco y afectados<br />

por continua <strong>de</strong>presión sus fuerzas se vieron muy disminuidas.<br />

El último día estaba tan excitado ante la perspectiva <strong>de</strong> su próxima reunión con ella<br />

que se dirigió a su tarea casi en ayunas y probablemente tras una noche <strong>de</strong> <strong>de</strong>svelo.<br />

¿Dígame si ello no es así?<br />

- Yo no dormí esa noche, respondí algo amoscado.<br />

- Sin el <strong>de</strong>scanso <strong>de</strong>l sueño y con las fuerzas disminuidas, prosiguió, se fue a los<br />

montes y para aquietar su excitación trabajó con tal energía que al medio día había<br />

cumplido con una tarea, la cual, en otro estado mental y físico, más calmo, le habría<br />

ocupado más <strong>de</strong> un día. Usted es culpable por la seria ofensa <strong>de</strong> haber actuado en contra<br />

suya. Pero, aún así, pudo haber escapado a las consecuencias si, tras acabar su trabajo,<br />

hubiese <strong>de</strong>scansado, alimentado y bebido para reparar sus fuerzas. Esto, sin embargo, lo<br />

<strong>de</strong>jó <strong>de</strong> lado, pues cuando cayó a tierra sin sentido y Yoleta llamó al perro y lo mandó a La<br />

Casa en busca <strong>de</strong> auxilio se encontró su alimento sin probar en el cesto. Su vida estaba,<br />

pues, en gran peligro y si bien es bueno <strong>de</strong>jar ir a la vida cuando se ha tornado en una carga<br />

para nosotros y los <strong>de</strong>más, oscurecida por la falta <strong>de</strong> fuerzas y sin posibilidad <strong>de</strong><br />

restablecimiento, hacerla peligrar <strong>de</strong>saprensiva y <strong>de</strong>scuidadamente en la flor <strong>de</strong> las fuerzas<br />

y la belleza es una locura y ofensa. Piense ¡qué profunda habría sido nuestra pena,<br />

especialmente la pena <strong>de</strong> Yoleta, si este culpable <strong>de</strong>scuido suyo por su propia seguridad y<br />

bienestar hubiese tenido el fin fatal <strong>de</strong>l que estuvo tan cerca! ¿Es por lo tanto justo y<br />

correcto que una ofensa <strong>de</strong> tal naturaleza sea recompensada? Pero es una ofensa leve, no<br />

cometida contra La Casa, ni aún contra otra persona; también tenemos presente la causa,<br />

que es vale<strong>de</strong>ra, pero un excesivo amor nubló su entendimiento. Al tener todo esto en<br />

cuenta era mi intención recluirlo por trece días.<br />

Aquí hizo una pausa, como a la espera <strong>de</strong> una réplica. Me había reconvenido con<br />

tanta gentileza y aprobado incluso mi emoción, a oscuras <strong>de</strong> lo que ella significaba y <strong>de</strong> la<br />

causa <strong>de</strong> mi enfermedad que me obligó a sentirme muy sumiso y casi agra<strong>de</strong>cido.<br />

- Es justo, repliqué, que yo <strong>de</strong>ba purgar mi falta y usted ha atemperado el juicio con<br />

más misericordia <strong>de</strong> la que merezco.<br />

- Habla con la sabiduría <strong>de</strong> un alma purificada, dijo, y levantándose, colocó su mano<br />

sobre mi cabeza; sus palabras me alegran más que nada sabiendo que estaba colmado <strong>de</strong><br />

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