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Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres

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<strong>Edad</strong> <strong>de</strong> <strong>Cristal</strong> <strong>Guillermo</strong> <strong>Enrique</strong> <strong>Hudson</strong><br />

bastante. Que toda la gente <strong>de</strong>biera ser igual y todas las mujeres esposas y madres me<br />

parece a mí un tremendo <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n y una i<strong>de</strong>a repulsiva. El único consuelo en mi dolor, la<br />

única gloria <strong>de</strong> mi vida es que no podría existir en un estado como ese y mi condición sería<br />

realmente lamentable. Todos los <strong>de</strong>más serían igualmente miserables. La raza humana se<br />

multiplicaría hasta que los frutos <strong>de</strong> la tierra fuesen insuficientes para alimentarlos y la<br />

tierra se colmaría con seres <strong>de</strong>generados, muertos <strong>de</strong> hambre y con la mente envilecida,<br />

todos pendientes <strong>de</strong> una existencia sin alegría. La vida es dura para mí, pero no para otros;<br />

estos son asuntos que no le atañen y es presuntuoso que uno <strong>de</strong> su condición el intentar<br />

consolarme con ociosas fantasías.<br />

Tras unos instantes <strong>de</strong> silencio ella resumió:<br />

- El padre ha dicho hoy que usted ha llegado aquí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una isla don<strong>de</strong> las<br />

costumbres <strong>de</strong> la gente son distintas a las nuestras y quizá uno <strong>de</strong> sus no felices métodos<br />

sea el <strong>de</strong> buscar curar una real miseria, imaginando otro imposible e inmensurablemente<br />

mayor. De ninguna otra manera puedo yo justificar las extrañas palabras que me ha dicho,<br />

pues no puedo creer que raza alguna pueda existir para practicar hoy en día las cosas que<br />

usted dice. Recuer<strong>de</strong> que no interrogo ni <strong>de</strong>seo ser informada. Tenemos maneras distintas;<br />

pues aun cuando pueda concebirse que las miserias <strong>de</strong>l presente pudiesen ser mitigadas y<br />

olvidadas por un tiempo, entregando el alma a las ilusiones, aun convocando ante la mente<br />

imágenes repulsivas y terribles, eso sería utilizar <strong>de</strong>slealmente y pervertir las brillantes<br />

faculta<strong>de</strong>s que nuestro padre nos ha dado. Por lo tanto no buscamos otro sostén durante<br />

todos nuestros sufrimientos y calamida<strong>de</strong>s que la única <strong>de</strong> la razón. Si <strong>de</strong>sea mi afecto no<br />

volverá a hablar <strong>de</strong> esas cosas otra vez, pero habrá <strong>de</strong> procurar purificarse <strong>de</strong> su vicio<br />

mental, el cual podrá a veces, en períodos <strong>de</strong> sufrimiento, otorgarle un falso consuelo por<br />

un corto tiempo sólo para <strong>de</strong>gradarlo y hundirlo luego en una mayor miseria. Ahora <strong>de</strong>be<br />

<strong>de</strong>jarme.<br />

Esta aguda censura no me enojó, pero me puso muy triste, pues ahora percibía con<br />

suma claridad que a través <strong>de</strong> mi acercamiento a Chastel no habría <strong>de</strong> obtener ninguna<br />

ventaja, dado que era necesario ser tan circunspecto con ella. Muy preocupado y en un<br />

cierto estado <strong>de</strong> confusión mental me levanté para salir. Entonces, colocó su <strong>de</strong>lgada y<br />

febril mano sobre la mía.<br />

- No es necesario que vuelva a irse, dijo, para sumergirse en sentimientos amargos<br />

por lo que le he dicho. Pue<strong>de</strong> venir con los otros a verme siempre que yo pueda sentarme<br />

aquí y tolerarlo. No recordaré su ofensa y seré feliz al saber que hay otra alma en La Casa<br />

para amarme y honrarme.<br />

Con tal consuelo otorgado en esas palabras dispensadas, regresé al salón <strong>de</strong> música y<br />

al hallarlo vacío salí a la terraza en don<strong>de</strong> estaban los otros, unos paseando en grupos o<br />

parejas, conversando y gozando esa noche <strong>de</strong> plenilunio. Alejándome un poco me senté en<br />

un banco bajo un árbol; muy pronto Yoleta se acercó y escudriñando <strong>de</strong> cerca mi cara dijo:<br />

-¿No tiene nada que <strong>de</strong>cirme; está más contento?<br />

- Sí, queridísima, pues se me ha hablado muy amablemente y <strong>de</strong>bería haber estado<br />

más contento si sólo. Pero me callé a tiempo y no dije más acerca <strong>de</strong> la conversación con<br />

su madre. Para mí, me dije. "¡Oh esa isla, esa isla! ¿Por qué no puedo olvidar sus<br />

miserables costumbres o en todo caso ser fiel a mi propia resolución <strong>de</strong> callarme la boca?<br />

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