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Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres

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<strong>Edad</strong> <strong>de</strong> <strong>Cristal</strong> <strong>Guillermo</strong> <strong>Enrique</strong> <strong>Hudson</strong><br />

pasando por distintos tonos y también se alteraba si el terreno era distinto. A lo largo <strong>de</strong> los<br />

valles don<strong>de</strong> primero comenzaban a florecer y en todos los lugares húmedos el tono era<br />

amarillo, variando <strong>de</strong> acuerdo con el grado <strong>de</strong> humedad en los distintos lugares <strong>de</strong>l rosa<br />

pálido al anaranjado fuerte y éste pasando al rojo escarlata y a rojos <strong>de</strong> diversos matices.<br />

Sobre las llanuras abundaban los rojos que se tornaban púrpuras en las la<strong>de</strong>ras y montañas;<br />

en las cimas el color era azulado y éste mismo tenía sus matices <strong>de</strong>l más profundo azul <strong>de</strong><br />

las flores <strong>de</strong>l aciano hasta el <strong>de</strong>licado celeste en las crestas <strong>de</strong> los no me olvi<strong>de</strong>s y jacintos.<br />

El tiempo era singularmente favorable para aquellos que pasaban su tiempo<br />

admirando los lirios y tal parecía ser la principal ocupación <strong>de</strong> los cofra<strong>de</strong>s exceptuando,<br />

por cierto, a la enferma Chastel, a la encarcelada Yoleta y a mí; estaba yo <strong>de</strong>masiado<br />

<strong>de</strong>primido para admirar algo. Se sucedían los días luminosos y calmos sin una sola nube<br />

como si los elementos se sujetaran para no arrojar ni una sombra sobre los sagrados y<br />

venturosos lirios en su místico esplendor. Cada mañana uno <strong>de</strong> los hombres se alejaba <strong>de</strong><br />

La Casa y hacía sonar el cuerno que se escuchaba claramente a más <strong>de</strong> dos kilómetros y <strong>de</strong><br />

inmediato la caballada en parejas y tropillas se llegaba al galope y permanecía toda la<br />

mañana retozando y pastando cerca <strong>de</strong> La Casa. Estos caballos eran ahora requeridos<br />

constantemente; todos los miembros <strong>de</strong> la familia - hombres y mujeres- pasaban varias<br />

horas diarias cabalgando por los campos circundantes, al parecer sin un fin <strong>de</strong>terminado.<br />

No me contagié, pues aun cuando yo había sido un audaz jinete (en mi propio país) y<br />

a<strong>de</strong>más excesivamente amante <strong>de</strong> cabalgar, su modo <strong>de</strong> hacerlo sin freno y utilizando<br />

diminutos estribos <strong>de</strong> paja me parecía poco seguro y cómodo.<br />

Una mañana, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>sayunar, tomé mi hacha y me dirigía lentamente, inmerso<br />

en mis pensamientos, hacia el bosque cuando escuché un leve pisotear <strong>de</strong> cascos sobre el<br />

pasto, me volví y vi al venerable padre en su corcel apurándose hacia las sierras a una<br />

velocidad poco pru<strong>de</strong>nte y capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>snucar al jinete. Su larga ropa estaba envuelta<br />

alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su magra figura, sus pies recogidos y su cabeza muy estirada hacia a<strong>de</strong>lante,<br />

mientras que, <strong>de</strong>bido a la velocidad, el viento separaba su barba que se replegaba como en<br />

dos corrientes. De repente, me vio y tocando el pescuezo <strong>de</strong>l animal comenzó airosamente<br />

a trazar círculos cada vez menores para acercarse a mí hasta que se <strong>de</strong>tuvo a mi lado;<br />

entonces su caballo comenzó a refregar su nariz contra mi mano, y yo sentía su respiración<br />

como fuego sobre mi piel.<br />

-Smith - me dijo con una sonrisa grave- si usted no pue<strong>de</strong> sentirse feliz sino cuando<br />

trabaja en el bosque con su hacha, <strong>de</strong>be seguir con su tarea <strong>de</strong> cortar leña, pero <strong>de</strong>bo<br />

confesar que me sorpren<strong>de</strong> tanto verlo encaminarse, en un día como hoy, a su trabajo como<br />

si lo viese caminando en postura invertida, <strong>de</strong> cabeza y bamboleando sus pies en el aire.<br />

-¿Por qué? - inquirí sorprendido ante su discurso.<br />

- Si usted no lo sabe, <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>círselo. De noche dormimos, por la mañana nos<br />

bañamos; comemos cuando tenemos apetito; conversamos cuando tenemos voluntad y la<br />

mayoría <strong>de</strong> los días trabajamos cierto número <strong>de</strong> horas. Pero a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> estas cosas que<br />

encierran en sí un cierto grado <strong>de</strong> placer, están los preciosos momentos durante los cuales<br />

la naturaleza se nos revela en toda su belleza. Nos damos entonces a ella totalmente y ella<br />

nos refresca; su esplendor <strong>de</strong>clina, pero la riqueza que nos <strong>de</strong>ja en el alma permanece,<br />

alegrándonos. Debe ser el suyo un espíritu muy torpe para no po<strong>de</strong>r suspen<strong>de</strong>r su tarea<br />

cuando hay un crepúsculo glorioso o un arco iris violáceo aparece en el cielo. Cada día<br />

tiene su momento especial para alegrarnos, tal como en La Casa tenemos cada día un<br />

tiempo <strong>de</strong> melodía y recreación. Pero esta suprema y más sostenedora gloria <strong>de</strong> la<br />

naturaleza llega una sola vez al año y mientras dure, todo trabajo, salvo el urgente y<br />

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