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Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres

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<strong>Edad</strong> <strong>de</strong> <strong>Cristal</strong> <strong>Guillermo</strong> <strong>Enrique</strong> <strong>Hudson</strong><br />

mas, sabemos que en todas partes tienen <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sus almas la misma ley <strong>de</strong>l bien y el<br />

mal, y, como usted ha dicho, <strong>de</strong>testan la mentira; también sé que hablan la misma lengua y<br />

hasta este instante creía que escribían con los mismos caracteres. Como quiera que sea ha<br />

logrado convencerme que no es así; que en algún oscuro valle, aislado por montañas<br />

inaccesibles o en alguna pequeña isla <strong>de</strong>sconocida, un pueblo pueda existir. ¡Ah!, ¿no me<br />

dijo que venía <strong>de</strong> una isla?<br />

- Sí, respondí, mi país es una isla.<br />

- Eso imaginé, una isla <strong>de</strong> la cual ninguna noticia nos ha llegado, en don<strong>de</strong> las gentes,<br />

separadas <strong>de</strong> sus semejantes, en el curso <strong>de</strong> muchas centurias han cambiado sus costumbres<br />

y aun su manera <strong>de</strong> escribir. A pesar <strong>de</strong> haber visto estas piezas no comprendí o no<br />

reflexioné que tal familia humana existía. Ahora estoy persuadido <strong>de</strong> ello y como yo sólo<br />

tengo la culpa <strong>de</strong>l cargo que le hice <strong>de</strong>bo pedirle perdón. Nos regocijamos por su inocencia<br />

y <strong>de</strong>seamos con creciente amor pagar nuestra injusticia.<br />

Concluyó colocando su mano sobre mi hombro:<br />

- Hijo mío, soy ahora su <strong>de</strong>udor.<br />

- Me alegro que todo haya finalizado felizmente, respondí, pensando si el estar en<br />

<strong>de</strong>uda conmigo aumentaría o no mis posibilida<strong>de</strong>s con Yoleta.<br />

Al advertir que dirigía miradas <strong>de</strong> curiosidad a mi estilográfica, que yo seguía<br />

jugando entre mis <strong>de</strong>dos, se la ofrecí.<br />

La examinó con interés.<br />

- Estaba realmente esperando una oportunidad, dijo, para admirar <strong>de</strong> cerca este<br />

maravilloso invento, pues me había dado cuenta que su escritura no estaba realizada con un<br />

lápiz sino con un fluido. Es <strong>de</strong> un tinte negro lustroso, hermosamente diseñado y con aros<br />

<strong>de</strong> oro y contiene el líquido. Esto me sorpren<strong>de</strong> tanto como cualquier otra cosa que me<br />

haya dicho.<br />

- Permítame que se lo obsequie, le dije al verlo tan atraído por el objeto.<br />

- No, <strong>de</strong> ningún modo, respondió; me agradaría mucho poseerlo y lo guardaría si<br />

puedo otorgarle en retribución algo que <strong>de</strong>see.<br />

La única cosa en la vida que <strong>de</strong>seaba era la mano <strong>de</strong> Yoleta, pero era <strong>de</strong>masiado<br />

pronto para hablar <strong>de</strong> ello, dado que aún no sabía nada <strong>de</strong> sus costumbres matrimoniales, ni<br />

siquiera si para ello se necesitaba o no el consentimiento <strong>de</strong> la dama antes <strong>de</strong> hacer tal<br />

pedido. Por lo tanto, mi requerimiento fue más mo<strong>de</strong>sto:<br />

- Hay algo que profundamente <strong>de</strong>seo, dije. Estoy ansioso por po<strong>de</strong>r leer en vuestros<br />

libros y me consi<strong>de</strong>raría más que compensado si permitiese que Yoleta me enseñase.<br />

- Ella le enseñará <strong>de</strong> cualquier modo, hijo, respondió; eso y mucho más se le <strong>de</strong>be a<br />

usted.<br />

- Nada hay que <strong>de</strong>see más, dije, y le ruego que tenga la lapicera ya que ello me hará<br />

feliz.<br />

Así terminó ese <strong>de</strong>sagradable asunto.<br />

Al haberse disipado la nube, todos nos dirigimos al comedor don<strong>de</strong> nos<br />

restablecimos y nada podía exce<strong>de</strong>r nuestra alegría cuando nos sentamos para alimentarnos<br />

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