Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres
Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres
Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
<strong>Edad</strong> <strong>de</strong> <strong>Cristal</strong> <strong>Guillermo</strong> <strong>Enrique</strong> <strong>Hudson</strong><br />
No se permitió, mientras duró la reclusión <strong>de</strong> Yoleta, que mi educación se<br />
resintiese; su lugar como instructora había sido ocupado por Edra. Me sentí contento con el<br />
arreglo, creyendo lograr <strong>de</strong> ello algún beneficio más allá <strong>de</strong> lo que pudiese enseñarme, pero<br />
muy pronto fui forzado a abandonar toda esperanza <strong>de</strong> comunicación con la muchacha<br />
prisionera por intermedio <strong>de</strong> su amiga y carcelera. Edra se sintió perturbada cuando yo osé<br />
sugerírselo, aun cuando <strong>de</strong> un modo muy velado -por no sentirme en terreno seguro-, pues<br />
otros errores ya me habían tornado muy cauteloso. Su conducta fue altamente alertadora;<br />
no volví sobre el asunto una segunda vez. Sin embargo, una tar<strong>de</strong> me hallé con un gran e<br />
inesperado consuelo, aun cuando se entremezclase con algunos puntos que causaban<br />
perplejidad.<br />
Cierto día, mi gentil maestra, tras fijar con honestidad y franqueza una larga mirada<br />
directamente a mi rostro, me dijo:<br />
-¿Sabe que está cambiado? Toda su alegría lo ha abandonado y está pálido, flaco,<br />
triste... ¿por qué ocurre esto?<br />
Mi rostro enrojeció ante esa pregunta tan directa, pues yo tenía conciencia <strong>de</strong> ese<br />
cambio y <strong>de</strong>ambulaba continuamente, temeroso <strong>de</strong> que otros pudiesen advertirlo y sacar<br />
sus propias conclusiones. Ella seguía observándome, hasta que por real vergüenza volví el<br />
rostro; pues si yo hubiese confesado que la separación <strong>de</strong> Yoleta la había causado, ella<br />
sabría cuál era mi sentir y temía que cualquier <strong>de</strong>claración prematura pudiese significar la<br />
<strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> mis proyectos.<br />
- Yo sé la causa, continuó, colocándome su mano sobre el hombro.<br />
- Está apenado por Yoleta. Lo advertí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer momento. Le he <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir cuán<br />
pálido y triste se ha vuelto, tan distinto <strong>de</strong> lo que era. Pero ¿por qué vuelve el rostro?<br />
Yo estaba perplejo, mas su simpatía me infundió coraje y me <strong>de</strong>cidió a hacerle mi<br />
confi<strong>de</strong>ncia.<br />
- Si sabe, dije, que estoy apenado por Yoleta, ¿no pue<strong>de</strong> imaginar por qué vuelvo mi<br />
cara y dudo?<br />
- No ¿por qué? usted me quiere a mí también aunque no con tan gran<strong>de</strong> amor, pero<br />
nosotros nos amamos, Smith, y pue<strong>de</strong> confiar en mí.<br />
La miré fijamente a la cara, realmente al fondo <strong>de</strong> sus ojos transparentes era fácil<br />
compren<strong>de</strong>r que ella no había intuido lo que yo había dicho.<br />
- Queridísima Edra, dije tomándole la mano, la quiero como si fuésemos hijos <strong>de</strong> una<br />
misma madre. Pero amo a Yoleta con un amor distinto, no como se ama a una hermana.<br />
Ella es para mí más que nadie en el mundo, tanto significa para mí que sin ella la vida sería<br />
Página 77 <strong>de</strong> 109