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Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres

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<strong>Edad</strong> <strong>de</strong> <strong>Cristal</strong> <strong>Guillermo</strong> <strong>Enrique</strong> <strong>Hudson</strong><br />

-¿Qué le causó tales sentimientos?<br />

- Cuando supe <strong>de</strong> usted y la vi, mi corazón se dirigió hacia usted y anhelé por sobre<br />

todas las cosas <strong>de</strong>l mundo que se me permitiese amarla, servirla y ganar un lugar en su<br />

afecto, pero su mirada y sus palabras sólo expresaron <strong>de</strong>sprecio y <strong>de</strong>sagrado hacia mí. ¿No<br />

habría sido raro que yo no me sintiese <strong>de</strong>sgraciado?<br />

-¡Oh!, -respondió- Ahora puedo compren<strong>de</strong>r la causa <strong>de</strong> la sorpresa que sus palabras<br />

han causado en La Casa. Sus mismos sentimientos parecen distintos a los nuestros.<br />

Ninguna otra persona habría experimentado los sentimientos <strong>de</strong> que habla por esa causa.<br />

Es justo arrepentirse <strong>de</strong> sus faltas y soportar su carga mansamente, pero es signo <strong>de</strong> un<br />

espíritu indisciplinado el sentir amargura y el <strong>de</strong>sear arrojar la culpa <strong>de</strong> sus sufrimientos<br />

sobre otros. Olvida que yo tenía un motivo para estar profundamente ofendida con usted y<br />

a<strong>de</strong>más también olvida mis continuos sufrimientos que a veces me hacen aparecer brusca y<br />

poco amable contra mi voluntad.<br />

- Sus palabras sólo me parecen ahora dulces y graciosas, -argumenté-; y le han<br />

sacado un peso a mi corazón y sólo anhelo po<strong>de</strong>r agra<strong>de</strong>cérselas, tomando una parte <strong>de</strong> sus<br />

sufrimientos, compartiéndolos.<br />

- Es bueno que pueda tener esos sentimientos, pero es inútil expresarlos, dijo<br />

gravemente; si tales <strong>de</strong>seos pudiesen cumplirse, mis sufrimientos habrían cesado hace<br />

mucho ya que cualquiera <strong>de</strong> mis criaturas habría alegremente dado su vida para procurar<br />

mi alivio.<br />

Ante este parlamento que sonaba como otro reproche, no respondí.<br />

-¡Oh, esta es amargura, real amargura, una que usted no pue<strong>de</strong> conocer, -dijo <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> un rato. -Para usted y para otros siempre está el refugio <strong>de</strong> la muerte tras el sufrimiento<br />

prolongado: la breve congoja <strong>de</strong> la <strong>de</strong>scomposición, enfrentada valientemente, no es nada<br />

comparado con esta lenta agonía como la mía, con sus largos días y sus noches<br />

interminables, prolongándose por años y la enorme negrura <strong>de</strong>l final siempre en la mente.<br />

Esto sólo una madre lo pue<strong>de</strong> saber <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el horror <strong>de</strong> total oscuridad y el vano aferrarse a<br />

la vida aun cuando haya <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> tener esperanza alguna o placer en ella; es la cuota que<br />

<strong>de</strong>be pagar por su alto rango.<br />

Yo no podía compren<strong>de</strong>r el alcance <strong>de</strong> sus palabras y sólo musité como respuesta:<br />

- Usted es joven para hablar <strong>de</strong> la muerte.<br />

- Sí, joven; por eso es tan amargo el pensarlo. En la vejez los sentimientos no son tan<br />

vehementes.<br />

Fue entonces que <strong>de</strong> repente extendió sus manos hacia mí y cuando le ofrecí las mías<br />

tomó mis <strong>de</strong>dos apresándolos nerviosamente y levantándose tomó la misma posición <strong>de</strong> la<br />

tar<strong>de</strong>.<br />

-¡Ay, por qué <strong>de</strong>bo yo estar agobiada con miserias que otros no han conocido, -<br />

exclamó excitada; -¡Haber sido colocada sobre otros, tan joven; tener sólo una única<br />

criatura; luego, tras tan breve periodo <strong>de</strong> dicha, estar castigada con la esterilidad y este<br />

lento mal siempre carcomiendo como una úlcera maligna las raíces <strong>de</strong> la vida! ¿Quién ha<br />

sufrido como yo en La Casa? Sólo tú Isarte, entre los muertos, yo iré hacia ti, pues mi pena<br />

es mayor <strong>de</strong> lo que pueda soportar y pueda ser que halle consuelo aún en hablar a los<br />

muertos y a la piedra. ¿Pue<strong>de</strong> tomarme en sus brazos?, dijo, abrazándose a mi cuello.<br />

Levánteme en sus brazos y lléveme junto a Isarte.<br />

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