Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres
Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres
Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
<strong>Edad</strong> <strong>de</strong> <strong>Cristal</strong> <strong>Guillermo</strong> <strong>Enrique</strong> <strong>Hudson</strong><br />
Des<strong>de</strong> ese día se me admitió acce<strong>de</strong>r, con frecuencia, al Aposento <strong>de</strong> la Madre,<br />
pero, tal como lo había temido, estas visitas estuvieron lejos <strong>de</strong> colocarme en una situación<br />
<strong>de</strong> relación más próxima con la dama <strong>de</strong> La Casa. Ella sin duda había olvidado mis<br />
ofensas. Era una <strong>de</strong> sus criaturas, compartiendo en forma pareja con los otros su imparcial<br />
afecto y el privilegio <strong>de</strong> sentarme a sus pies para informarla acerca <strong>de</strong> los inci<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong>l<br />
día, o <strong>de</strong>scribir cuanto había visto o, algunas veces, rozar su mano blanca y <strong>de</strong>lgada con<br />
mis labios. Mas la distancia que nos separaba no se olvidaba. Durante las dos primeras<br />
entrevistas me había enseñado, una vez y para siempre, que mi rol era amar, honrar y<br />
servirla y que cualquier otro intento por ganar su confianza o penetrar en sus pensamientos<br />
para hacerle enten<strong>de</strong>r mis sentimientos y aspiraciones eran consi<strong>de</strong>radas puras<br />
presunciones <strong>de</strong> mi parte. El resultado fue que yo estaba mucho menos feliz <strong>de</strong> lo que<br />
había sido antes <strong>de</strong> conocerla: mi carácter <strong>de</strong> por sí franco, veraz y optimista se tiñó <strong>de</strong><br />
melancolía y el exquisito <strong>de</strong>leite por el futuro que había bailoteado ante mí tentándome<br />
hacia a<strong>de</strong>lante, comenzaba ahora a pali<strong>de</strong>cer y se me aparecía más y más distante.<br />
Después <strong>de</strong> mi paseo con Yoleta -si así pue<strong>de</strong> llamársele- comencé a aguardar que<br />
floreciesen los lirios arco iris y pronto <strong>de</strong>scubrí que por doquier bajo los pastos<br />
comenzaban a brotar <strong>de</strong> la tierra. Primero los hallé en el húmedo valle <strong>de</strong>l río; mas, poco<br />
<strong>de</strong>spués, advertí que abundaban por igual en las tierras altas y aun en sitios áridos y<br />
pedregosos, don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>moraron más. Sentí gran curiosidad por estas flores a las cuales<br />
Yoleta se había referido con tanto entusiasmo, y controlaba el lento crecimiento <strong>de</strong> sus<br />
largos y <strong>de</strong>lgados capullos, día tras día, con consi<strong>de</strong>rable impaciencia. Por fin, en una<br />
húmeda hondonada <strong>de</strong>l monte, me <strong>de</strong>leité al hallar un capullo en flor. Por su forma se<br />
parecía a un tulipán, más abierto y su color era <strong>de</strong>l más vívido amarillo anaranjado; tenía<br />
un <strong>de</strong>licado perfume, era muy bello con un particular brillo <strong>de</strong> cera sobre sus gruesos<br />
pétalos; empero estaba algo <strong>de</strong>cepcionado, puesto que su nombre -lirio arco iris- y las<br />
palabras <strong>de</strong> Yoleta me habían echo aguardar una flor multicoloreada <strong>de</strong> sorpren<strong>de</strong>nte<br />
belleza.<br />
Corté con sumo cuidado el lirio y lo llevaba al hogar para ofrecérselo cuando recordé<br />
que sólo en una ocasión le había visto flores entre sus manos o en manos <strong>de</strong> los otros; fue<br />
al enterrar a uno <strong>de</strong> sus muertos. Jamás usaban una flor, tampoco había visto alguna en La<br />
Casa ni en la habitación don<strong>de</strong> Chastel estaba retenida prisionera <strong>de</strong> su mal y don<strong>de</strong> su<br />
mayor <strong>de</strong>leite era percibir la naturaleza en toda su beldad y fragancia a través <strong>de</strong> las<br />
conversaciones con sus criaturas. <strong>Las</strong> únicas flores <strong>de</strong> La Casa se encontraban en sus<br />
vitrales o estaban trabajadas en el metal o talladas en ma<strong>de</strong>ra, o eran inmortales flores <strong>de</strong><br />
piedras <strong>de</strong> variadas tonalida<strong>de</strong>s brillantes en mosaicos. Comencé a temer que hubiese<br />
alguna superstición que pudiese hacerles parecer mal el cortar flores excepto para<br />
ceremonias funerarias, y temeroso <strong>de</strong> ofen<strong>de</strong>rlos por falta <strong>de</strong> conocimientos <strong>de</strong>jé caer el<br />
Página 71 <strong>de</strong> 109