Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres
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<strong>Edad</strong> <strong>de</strong> <strong>Cristal</strong> <strong>Guillermo</strong> <strong>Enrique</strong> <strong>Hudson</strong><br />
un calvario. ¿No sabe qué significa eso? Recordando las palabras <strong>de</strong> Yoleta en las sierras,<br />
agregue:<br />
¿No conoce usted sino una forma <strong>de</strong> amor?<br />
- No, respondió mirándome inquisitivamente a la cara, pero sé que su amor hacia ella<br />
tanto exce<strong>de</strong> a todo lo otro que es como un sentir distinto. Yo he <strong>de</strong> contárselo, ya que es<br />
dulce ser amado y a ella le encantará saberlo.<br />
- Y <strong>de</strong>spués que se lo haya dicho, Edra, ¿me hará conocer su respuesta?<br />
- No, Smith, es una ofensa sugerir o aun pensar tal cosa por mucho que pueda<br />
amarla, pues a ella no le está permitido conversar directamente ni a través mío con nadie.<br />
Me contó que lo vio en las sierras procurando darle alcance y eso la apenó mucho. Mas,<br />
ella le perdonará cuando le haya dicho cuán profundo es su amor y que su <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> verle la<br />
cara le hizo olvidar lo dañoso que era aproximársele.<br />
¡Qué extraño e incomprensible me parecía que Edra no pudiese enten<strong>de</strong>r mis<br />
sentimientos! También me parecía que todos ellos, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el padre <strong>de</strong> La Casa hacia abajo,<br />
eran ciegos al reducir una tan gran<strong>de</strong> afección a un mero afecto fraternal. Había <strong>de</strong>seado,<br />
aunque con temor, el alterar esas escalas <strong>de</strong> valores ante sus miradas, y en un momento, en<br />
que había bajado mi guardia, lo había intentado y mi gentil confesora no me había<br />
comprendido. Saqué, empero, algún consuelo <strong>de</strong> esa conversación, pues Yoleta sabría<br />
cuánto sobrepasaba mi amor al <strong>de</strong> sus semejantes; así esperaba contra la esperanza <strong>de</strong> que<br />
<strong>de</strong>spertaría en su pecho una respuesta emocional.<br />
Cuando el último <strong>de</strong> esos interminables treinta días llegó, el día que, <strong>de</strong> acuerdo con<br />
mi computación, Yoleta recobraría su libertad antes <strong>de</strong> la puesta <strong>de</strong>l sol, me levanté<br />
temprano <strong>de</strong> mi camastro <strong>de</strong> paja, en el cual me había revuelto insomne toda la noche,<br />
imposibilitado <strong>de</strong> dormir ante la perspectiva <strong>de</strong> la reunión y la fiebre <strong>de</strong> impaciencia que<br />
me dominaba. <strong>Las</strong> aguas frescas <strong>de</strong>l río me reanimaron y cuando estuvimos reunidos en el<br />
salón <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno noté que Edra me observaba con una sonrisa interrogadora jugando<br />
entre sus labios. Le pregunté la causa.<br />
- Está usted como un ser que se ha recobrado repentinamente <strong>de</strong> una enfermedad,<br />
respondió; sus ojos brillan como el sol sobre el agua y sus mejillas ayer tan mustias están<br />
más rojas que una hoja <strong>de</strong> otoño. Luego sonriendo, agregó estas queridas palabras: Yoleta<br />
estará feliz <strong>de</strong> volver a nosotros, más por usted que por ella.<br />
Después que nos hubiésemos dispersado, resolví ir al monte y pasar el día ahí. Hacía<br />
varios que había evitado cortar leña, pero, ahora, me parecía imposible <strong>de</strong>dicarme a tarea<br />
alguna que fuese tranquila, se<strong>de</strong>ntaria, dado la impaciencia que me consumía y la tremenda<br />
energía que bullía. Ambas hacían que necesitase una tarea violenta que extenuase mi físico<br />
y le diese, quizá, un <strong>de</strong>scanso a mi mente.<br />
Tomando mi hacha y el acostumbrado cestillo <strong>de</strong> provisiones para el medio día, me<br />
alejé <strong>de</strong> la casa; en esa mañana no caminé, corrí como si hubiese hecho una apuesta, dando<br />
largos pasos y altos saltos, como volando sobre los arbustos y arroyuelos <strong>de</strong> un modo<br />
jamás ejecutado. Llegado al lugar <strong>de</strong> la acción elegí un árbol enorme que había sido<br />
señalado para ser talado y por horas lo haché 22 con una energía sobrehumana; por fin,<br />
cuando aún no había sentido la necesidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>scansar, la vieja y gigantesca torre doblegó<br />
su cabeza y rodando entre el follaje y en señal <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida a los cielos se <strong>de</strong>splomó a<br />
22 De hachar, talar<br />
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