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Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres

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<strong>Edad</strong> <strong>de</strong> <strong>Cristal</strong> <strong>Guillermo</strong> <strong>Enrique</strong> <strong>Hudson</strong><br />

"De tal modo, al comienzo <strong>de</strong> nuestro gran viaje al lejano sur, don<strong>de</strong> veremos, esas<br />

tierras alegres que tienen soles más calientes y mayores varieda<strong>de</strong>s que nosotros, llegamos<br />

primero, al páramo <strong>de</strong> Coradine el que parece inhóspito y <strong>de</strong>solado a nuestra vista<br />

acostumbrada al ver<strong>de</strong> intenso <strong>de</strong> nuestros montes y valles y a las nieblas azules <strong>de</strong> una<br />

abundante humedad. Allí un terreno pedregoso sólo brinda espinos y cardos secos y<br />

manojos <strong>de</strong> pasto, y vientos <strong>de</strong>sagradables azotan los lugares sin resguardo, en don<strong>de</strong> las<br />

cabras <strong>de</strong> ralas lanas se arraciman para darse calor; allí no hay más melodías que la <strong>de</strong> los<br />

diversos tonos <strong>de</strong>l viento y el grito <strong>de</strong>l chorlo salvaje; allí, viven las criaturas <strong>de</strong> Coradine<br />

en el límite <strong>de</strong> las furias <strong>de</strong>l viento y la soledad, don<strong>de</strong> las estupendas columnas <strong>de</strong> cristal<br />

ver<strong>de</strong> sostienen el techo <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> Coradine. La voz <strong>de</strong>l océano está en sus aposentos y<br />

los vientos <strong>de</strong> la tierra le traen la sal <strong>de</strong> la espuma <strong>de</strong>l mar y las arenas amarillas barridas<br />

durante la bajante <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las <strong>de</strong>soladas profundida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l mar y los pájaros <strong>de</strong> blancas alas<br />

que llegan escapando <strong>de</strong> la negra tempestad, graznan fuerte entre sus sombríos muros. Allí,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> las altas terrazas cuando hay plenilunio, vemos a las criaturas <strong>de</strong> Coradine, ornadas<br />

como ningunas otras, con brillantes ropajes <strong>de</strong> hilos sutiles cuando como los leves<br />

pana<strong>de</strong>ros empujados por el viento, ya revoloteando como en una nube, ya disgregándose<br />

por anchos lugares, ellas bailan su danza <strong>de</strong> plenilunio sobre el ancho piso <strong>de</strong> alabastro, y<br />

yendo y viniendo pasan y se alejan como disolviéndose en los rayos lunares para retornar<br />

con otra melodía y nuevo ritmo. Al contemplar esto todas aquellas cosas en las cuales<br />

nosotros sobresalimos parecen pobres en comparación y se tornan pálidas en nuestra<br />

memoria. Pues los vientos y las olas y la blancura y la gracia han estado siempre con ellas<br />

y la alada semilla <strong>de</strong>l cardo y el vuelo <strong>de</strong> la gaviota y el mar enfurecido cubierto <strong>de</strong> espuma<br />

y la luz <strong>de</strong> la luna rielando sobre el mar y la tierra yerma les han enseñado ese arte y la<br />

liviandad y gracia que ellas solo poseen.<br />

“Sin embargo, esta danza <strong>de</strong> la luna, que es la mayor gloria <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> Coradine<br />

pali<strong>de</strong>ce en nuestra mente y es rápidamente olvidada cuando otra es vista y siguiendo<br />

nuestra ruta <strong>de</strong> casa en casa apren<strong>de</strong>mos que, por doquier, las diversas riquezas <strong>de</strong>l mundo<br />

han sido aprehendidas por el alma <strong>de</strong>l hombre y se han hecho parte <strong>de</strong> su vida. Ni somos<br />

inferiores a los otros al tener también un arte y una especial calidad que es sólo nuestra y<br />

cuya fama se ha expandido hace mucho por el mundo, <strong>de</strong> modo que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> cualquier sitio<br />

lejano, peregrinos llegan a reunirse anualmente a nuestros campos para escuchar las<br />

melodías <strong>de</strong> la cosecha, cuando los frutos madurados por el sol han sido bien acopiados y<br />

nuestros labios y nuestras manos brindan música inmortal para alegrar por siempre los<br />

corazones <strong>de</strong> quienes la escuchan. Entonces nos regocijamos más que nadie, elevándonos<br />

como brillantes y alados insectos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> nuestra inferior condición hacia una vida gloriosa y<br />

feliz que es nuestra por tres largos días. Luego la augusta Madre en su carroza <strong>de</strong> bronce es<br />

llevada <strong>de</strong> campo en campo por toros blanquísimos con cuernos <strong>de</strong> oro. Después sus<br />

criaturas son reunidas a su alre<strong>de</strong>dor con brillantes ropajes amarillos, con pulseras <strong>de</strong> oro<br />

en sus brazos y con instrumentos <strong>de</strong>sconocidos para el extranjero y voces nuevas alegran el<br />

campo con su melodía a la gran cosecha.<br />

"En épocas pretéritas las criaturas <strong>de</strong> nuestra Casa las concebían en sus corazones,<br />

habiéndolas escuchado antes en las voces <strong>de</strong> la naturaleza y estaban en ellos día y noche y<br />

se la murmuraban <strong>de</strong> uno a otro cuando no tenían más fuerza que el rumor <strong>de</strong>l viento entre<br />

las hojas <strong>de</strong>l monte, y así como el Constructor <strong>de</strong>l mundo trae <strong>de</strong> cien lugares distantes la<br />

niebla, el rocío y el rayo <strong>de</strong>l sol y la suave brisa <strong>de</strong>l oeste para, brindarle al amanecer su<br />

gloria y su frescura, así nosotros, sus humil<strong>de</strong>s seguidores, buscamos lejos, en las grutas <strong>de</strong><br />

las sierras y en las oscuras cavida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la tierra los minerales y tinturas que sobrepasen el<br />

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