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Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres

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<strong>Edad</strong> <strong>de</strong> <strong>Cristal</strong> <strong>Guillermo</strong> <strong>Enrique</strong> <strong>Hudson</strong><br />

progenitores y El es infinitamente más para nosotros que un padre para su hijo,<br />

infinitamente más fuerte para auxiliarlo y conoce nuestros pesares como ningún mortal<br />

podría conocerlos<br />

-¿No es posible, entonces, creer sin dañar nuestras almas que el llanto <strong>de</strong> una criatura<br />

afligida pue<strong>de</strong> por El ser escuchada; que en su compasión y por medio <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r<br />

soberano y sobrenatural El pue<strong>de</strong> dar consuelo al cuerpo dolorido y paz y alegría a una<br />

mente <strong>de</strong>solada?<br />

-Usted me pregunta ¿cómo, entonces, sabemos esto? Y usted mismo se respon<strong>de</strong> aun<br />

cuando fracasa al no percibir que se contesta cuando dice que aunque El no llega <strong>de</strong> una<br />

manera visible para enseñarnos esto o aquello, sabemos que <strong>de</strong>sea nuestra felicidad; y a<br />

esto podría haberle agregado miles o <strong>de</strong>cenas <strong>de</strong> miles <strong>de</strong> cosas que conocemos. Si la razón<br />

que nos dio <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el comienzo hace innecesario que venga a <strong>de</strong>cirnos con voz audible que<br />

<strong>de</strong>sea nuestra felicidad, <strong>de</strong>be <strong>de</strong> ser también, seguramente, lo suficiente para <strong>de</strong>cirnos<br />

cuáles <strong>de</strong> todos los pensamientos que continuamente nacen en nosotros son justos o<br />

injustos. El que alguno <strong>de</strong> nosotros <strong>de</strong>biese cuestionar una verdad tan evi<strong>de</strong>nte y<br />

universalmente aceptada, base <strong>de</strong> toda religión, me parece a mí sorpren<strong>de</strong>nte. Si su plan<br />

hubiese consistido en hacer estos <strong>de</strong>licados cuerpos mortales captadores <strong>de</strong> todas las<br />

sensaciones gratas en su más alto grado, sin el peligro <strong>de</strong> un acci<strong>de</strong>nte, ni sujeto a pena o<br />

<strong>de</strong>sdicha, El seguramente lo habría realizado así para todos. Pero la razón y la naturaleza<br />

nos <strong>de</strong>muestran que esa no fue la finalidad <strong>de</strong> su plan; por lo tanto pedirle que suspenda el<br />

curso <strong>de</strong> la naturaleza en beneficio <strong>de</strong> un sufriente individualizado por muy agudos e<br />

inmerecidos que fuesen sus sufrimientos, es cerrar los ojos a la única luz que El nos ha<br />

dado. Nuestros sentimientos más elevados y dulces se unen a la razón para <strong>de</strong>cirnos con su<br />

única voz que El nos ama, y nuestro conocimiento <strong>de</strong> la naturaleza nos muestra con la<br />

suficiente sencillez que El también ama a los seres inferiores al hombre. A nosotros nos ha<br />

dado la razón como guía y protección y a las especies inferiores les ha dado el instinto; y<br />

nos haría dudar <strong>de</strong> su amor imparcial por todas sus criaturas, si al hacer uso <strong>de</strong> nuestra<br />

razón, conocimientos y palabra articulada fuésemos capaces <strong>de</strong> encauzar los beneficios<br />

hacia nosotros y <strong>de</strong>sviar la pena y el <strong>de</strong>sastre, mientras que los mudos e irracionales brutos<br />

sufriesen en silencio el langui<strong>de</strong>cíente ciervo que <strong>de</strong>ja su manada con una ponzoñosa<br />

espina en su pezuña; el pájaro que en vuelo es <strong>de</strong>rribado y perece en el mar.<br />

Sus conclusiones eran, quizá, más lógicas que las mías; empero, aun cuando no podía<br />

discutir más el argumento con él, no estaba preparado como para abandonar estos restos <strong>de</strong><br />

viejas creencias, no alimentados por su valor intrínseco, sino más bien porque me había<br />

sido enseñado por una dulce mujer cuya memoria era sagrada a mi alma, mi madre antes<br />

que Chastel.<br />

Afortunadamente, no fue necesario continuar la discusión por más tiempo; en ese<br />

momento, uno <strong>de</strong> los centinelas llegó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la alcoba <strong>de</strong> la enferma para informar que aún<br />

dormía tranquilamente; al escucharlo, el padre se levantó en busca <strong>de</strong> algún <strong>de</strong>scanso en la<br />

pieza contigua. Antes <strong>de</strong> irse, me propuso con engañosa gentileza liberarme <strong>de</strong> mi carga y<br />

colocar a la niña, sin <strong>de</strong>spertarla, en un diván. Pero yo no consentiría en molestarla y para<br />

mi <strong>de</strong>leite la <strong>de</strong>jó entre mis brazos, estrechando cálidamente mi mano y aconsejándome<br />

que reflexionase acerca <strong>de</strong> sus palabras.<br />

Estaba ya oscureciendo y cuán bienvenida era esa penumbra, pues sin que nadie me<br />

viese u oyese besé cientos <strong>de</strong> veces sus suaves cabellos y murmuré cien palabras cariñosas<br />

en sus oídos dormidos.<br />

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