Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres
Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres
Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
<strong>Edad</strong> <strong>de</strong> <strong>Cristal</strong> <strong>Guillermo</strong> <strong>Enrique</strong> <strong>Hudson</strong><br />
por la lenidad 21 <strong>de</strong>l castigo.<br />
- Dime, hija, dijo colocándole su mano sobre la cabeza y observándola con ojos<br />
empañados, ¿quién te aten<strong>de</strong>rá en tu reclusión?<br />
Ella murmuro:<br />
- Edra.<br />
Edra se a<strong>de</strong>lantó, la tomó <strong>de</strong> la mano y la sacó <strong>de</strong>l lugar.<br />
La contemplé ávidamente mientras se retiraba anhelando una mirada <strong>de</strong> sus queridos<br />
ojos antes <strong>de</strong> tan larga separación; estaban llenos <strong>de</strong> lágrimas y vueltos hacia abajo; al<br />
momento estaba fuera <strong>de</strong> nuestra vista.<br />
Los días que se sucedieron fueron para mí tristes más allá <strong>de</strong> lo que pudiese ser<br />
<strong>de</strong>scrito. Por primera vez tuve cabal conciencia <strong>de</strong> la fuerza <strong>de</strong> mi pasión que se había<br />
transformado en un fuego que se consumía en mi pecho y sólo podía terminar en profundo<br />
infortunio, quizá en la <strong>de</strong>strucción, o bien en la pérdida <strong>de</strong> felicidad como ningún mortal<br />
hubiese sentido antes. Deambulaba silenciosamente como un ser a quien le hubiese<br />
sobrevenido una tremenda calamidad; había perdido todo interés en mi trabajo; los<br />
alimentos me parecían insípidos; el estudio y la conversación se habían tornado fatigantes;<br />
aun aquellos divinos conciertos que prácticamente señalaban la finalización <strong>de</strong> cada<br />
jornada tranquila ya no tenían su encanto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que la voz <strong>de</strong> Yoleta, que el amor había<br />
hecho que mi torpe oído supiese distinguir, ya no participaba en él. No me estaba<br />
permitido ir al Aposento <strong>de</strong> la Madre <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ese atar<strong>de</strong>cer y la prohibición se extendía<br />
también a los <strong>de</strong>más, con excepción <strong>de</strong> Edra; pues a esa hora, cuando la costumbre<br />
señalaba que la familia se reunía en el salón <strong>de</strong> música, Yoleta era llevada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su<br />
encierro para que permaneciese con su madre. Esto se me dijo y yo también <strong>de</strong>duje por<br />
medio <strong>de</strong> preguntas hechas con circunloquios: que siempre la madre tenía el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> hacer<br />
llegar hasta ella a la persona bajo castigo, estando, como estaba ella por encima <strong>de</strong> la ley;<br />
podía hasta perdonar a un <strong>de</strong>lincuente y liberarlo si tenía voluntad <strong>de</strong> hacerlo; mas, en este<br />
caso no había querido usar su prerrogativa, probablemente porque sus sufrimientos no<br />
habían nublado su entendimiento. Ellos - pensaba con amargura- la estaban tratando con<br />
extrema dureza. Ambos, el padre y la madre.<br />
El gradual florecer <strong>de</strong> los lirios arco-iris sólo servía para recordarme cada hora y<br />
cada minuto el espíritu joven y vivaz tan duramente privado <strong>de</strong>l placer que había<br />
pregustado con anticipación. Ella, más que ninguno, se regocijaba con la belleza <strong>de</strong> este<br />
mundo visible contemplando la naturaleza en algunas <strong>de</strong> sus formas y modalida<strong>de</strong>s,<br />
sintiéndose casi al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la adoración; pero ¡Ay! sólo a ella se le privaba <strong>de</strong> esta gloria<br />
que Dios había diseminado sobre la tierra para <strong>de</strong>leite <strong>de</strong> sus criaturas.<br />
Ya sabía por qué a estas flores autumnales se les llamaba arco-iris y recordaba cómo<br />
Yoleta me había contado que le brindaban a la tierra una belleza que no podía ser <strong>de</strong>scrita.<br />
ni imaginada. <strong>Las</strong> flores eran indudablemente <strong>de</strong> una sola especie, tenían la misma forma y<br />
perfume aunque variaba mucho su tamaño según la naturaleza <strong>de</strong>l terreno en el cual<br />
florecían. Pero, a<strong>de</strong>más, en distintos lugares y situaciones variaba su color que al crecer iba<br />
21 Suavidad, ligereza<br />
Página 73 <strong>de</strong> 109