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Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres

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<strong>Edad</strong> <strong>de</strong> <strong>Cristal</strong> <strong>Guillermo</strong> <strong>Enrique</strong> <strong>Hudson</strong><br />

- Si, ¿pero es ello extraño? ¿No es bella toda la gente? Yo recordé a ciertos tipos<br />

londinenses, especialmente entre los criminales y las ancianas <strong>de</strong> caras arrugadas y <strong>de</strong><br />

simios envolviéndose entre pañoletas <strong>de</strong>slizándose a o <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las casas públicas a las<br />

esquinas; también pensé en otras gentes <strong>de</strong> mejor clase social a quienes había conocido<br />

personalmente, algunos aún en la Cámara <strong>de</strong> los Comunes y sentí que, por mucho que lo<br />

quisiese, no podría estar <strong>de</strong> acuerdo con ella, sin forzar mi propia conciencia, y aludiendo a<br />

su pregunta continué:<br />

- En todo caso admitirá que hay grados <strong>de</strong> belleza, así como hay grados <strong>de</strong> luz. Usted<br />

pue<strong>de</strong> ser capaz <strong>de</strong> ver y trabajar con ésta <strong>de</strong> ahora, pero es muy débil comparada con la<br />

<strong>de</strong>l medio día cuando el sol brilla.<br />

- Oh, pero entre las personas no hay tanta diferencia como ésa, replicó con aire<br />

filosófico. Admito que hay distintas formas <strong>de</strong> belleza y algunas personas nos parecen más<br />

hermosas que otras, pero es sólo porque nosotros las amamos más. Los más amados<br />

siempre son los más hermosos.<br />

Esto parecía revertir la i<strong>de</strong>a común <strong>de</strong> que cuanto más bella es una persona más logra<br />

ser amada. Sin embargo, <strong>de</strong>cidí no disentir más con ella y sólo agregué: -¡Qué dulcemente<br />

habla, Yoleta, es usted tan sabia como hermosa! No <strong>de</strong>searía placer mayor que estar aquí y<br />

continuar escuchándola toda la velada,<br />

-¡Ay!, entonces lo siento, <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>jarlo ya, respondió con una pícara sonrisa que me<br />

hizo pensar que lo dicho por mí le había agradado.<br />

-¿Imagina por qué sonrío?, -agregó como si hubiese podido leer mis pensamientos.<br />

Es que a menudo he oído palabras como la suya <strong>de</strong> quien ahora me está aguardando.<br />

Este parlamento me causó un tormento <strong>de</strong> celos. Pero, por unos momentos más,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber hablado continuó mirándome con esa su sonrisa bella y espiritual<br />

jugando entre sus labios. Luego se <strong>de</strong>svaneció y su rostro se ensombreció, <strong>de</strong>sapareciendo<br />

su brillo. Ni le pedí que me explicara la causa <strong>de</strong>l cambio ni me interrogué a mí mismo<br />

cual podría ser su razón; más a<strong>de</strong>lante, con frecuencia noté en ella y en otros también ese<br />

repentino silencio, ese ensombrecerse <strong>de</strong>l rostro, tal como se aprecia en un ser que se<br />

expresase libremente con alguien que no <strong>de</strong>be escucharlo y luego repentinamente, pero<br />

<strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>, recuerda su infi<strong>de</strong>ncia.<br />

-¿Debe irse?, y agregué: ¿qué haré solo?<br />

- Oh, no estará solo, dijo y alejándose regresó al instante con otra dama:<br />

- Esta es Edra, dijo simplemente, ella ocupará mi lugar a su lado y conversará con<br />

usted.<br />

No podía <strong>de</strong>cirle que había interpretado mis palabras sólo literalmente, que estar solo<br />

significaba estar alejado <strong>de</strong> ella, pero ya no tenía remedio y alguien, ¡ay! alguien a quien<br />

<strong>de</strong>testaba profundamente la estaba aguardando. Sólo me quedaba agra<strong>de</strong>cerle a ella y a su<br />

amiga por sus buenas intenciones. Pero ¿cuál podría ser ¡en nombre <strong>de</strong>l cielo! el tema que<br />

pudiese mantener con la beldad sentada a mi lado? Era ciertamente muy bella, <strong>de</strong> una<br />

belleza más madura y quizá más noble que la <strong>de</strong> Yoleta, su edad oscilando entre los<br />

veintisiete o veintiocho años, pero el divino encanto <strong>de</strong>l rostro <strong>de</strong> la jovencita no podía,<br />

para mi, existir en ninguna otra.<br />

Al momento inició la conversación inquiriendo si me disgustaba estar solo.<br />

- Bueno, no, quizá no sea exactamente eso, dije; pero creo que es más alegre, quiero<br />

<strong>de</strong>cir más placentero, el tener una persona agradable con quien conversar.<br />

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