Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres
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<strong>Edad</strong> <strong>de</strong> <strong>Cristal</strong> <strong>Guillermo</strong> <strong>Enrique</strong> <strong>Hudson</strong><br />
había seguido: ovejas, caballos y toro permanecían agrupados ahí don<strong>de</strong> los había <strong>de</strong>jado,<br />
aparentemente manteniendo una consulta o comparando sus impresiones. Los árboles en el<br />
lugar en el cual había buscado refugio eran viejos y crecían aquí y allá, ya solitarios, ya en<br />
grupos; era una bella soledad mezclada con árboles, arbustos y flores. Me sorprendí al<br />
hallar algunas añosas higueras y cantidad <strong>de</strong> avispas y moscas alimentándose con higos<br />
sobremadurados 1 en las ramas más altas. <strong>Las</strong> abejas también volaban por doquier libando<br />
entre las flores otoñales y llenaban el aire asoleado con el suave y monótono son <strong>de</strong> sus<br />
zumbidos.<br />
Mientras avanzaba, pleno <strong>de</strong> gratos pensamientos y un agudo sentido <strong>de</strong> la dulzura<br />
con que la vida me colmaba, advertí <strong>de</strong> pronto que una multitud <strong>de</strong> pajarillos se agrupaban<br />
a mi alre<strong>de</strong>dor revoloteando entre los árboles que estaban sobre mi cabeza y en las ramas a<br />
ambos lados, pero siempre manteniéndose cerca <strong>de</strong> mí y en apariencia tan excitados con mi<br />
presencia como si yo hubiese sido un lechuzón 2 gigante, o algo así, como un monstruo<br />
sobrenatural. La cantidad iba cada vez aumentando y su incesante gorjeo o charla primero<br />
me entretuvo, pero, finalmente, acabó por irritarme. Observé a<strong>de</strong>más que la alarma cundía<br />
y pájaros más gran<strong>de</strong>s, generalmente tímidos ante el hombre -palomas, arrendajos, urracas,<br />
eso imaginé que eran-, comenzaban ya a aparecer. ¿Sería posible, me preguntaba en mi<br />
ansiedad, que me hubiese internado en algún lugar solitario e inhabitado, para causar tal<br />
conmoción entre los alados habitantes? Deseché esa i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> inmediato como pensamiento<br />
errado, pues uno no encuentra casas, animales domésticos y árboles frutales en sitios<br />
<strong>de</strong>shabitados. No; era simplemente la quisquillosidad <strong>de</strong> esos seres alados lo que me<br />
molestaba. Al buscar en el suelo algo para arrojarles, hallé sobre la hierba una nuez recién<br />
caída; partí la cáscara con prisa y comí su contenido. ¡Nunca nada me había parecido tan<br />
<strong>de</strong>licioso! Tuvo sin embargo sobre mí un curioso efecto, pues hasta no haberlo comido no<br />
había sentido apetito y ahora parecía estar famélico y comencé excitadamente a buscar<br />
nueces. Estaban caídas por todas partes en abundancia, ya que sin advertirlo había estado<br />
andando por un monte cuyos árboles en su mayoría eran nogales. Nuez tras nuez era<br />
ávidamente recogida y vorazmente <strong>de</strong>vorada. Debo <strong>de</strong> haber comido cuatro o cinco<br />
docenas antes que mi apetito se calmase. Mientras me daba ese festín no había prestado<br />
atención a los pájaros; mas, <strong>de</strong>saparecida mi hambruna, volví nuevamente a sentirme<br />
molesto a causa <strong>de</strong> su trivial persecución y así fue como hube <strong>de</strong> continuar recogiendo<br />
nueces para arrojárselas. Me entretuve tanto como me molestó notar cuán lejos <strong>de</strong>l blanco<br />
llegaban mis proyectiles. Difícilmente hubiese hecho centro en una parva a nueve metros<br />
<strong>de</strong> distancia. Tras una vigorosa práctica <strong>de</strong> media hora, mi mano <strong>de</strong>recha comenzó a<br />
recobrar su perdida habilidad y por fin pu<strong>de</strong> regocijarme cuando una <strong>de</strong> mis nueces pasó<br />
como una bala silbando entre las hojas a no más <strong>de</strong> noventa centímetros <strong>de</strong>l reyezuelo, o lo<br />
que fuese, el pedigüeño al cual apunté. A sus impertinencias, esto les <strong>de</strong>sagradó <strong>de</strong> verdad;<br />
comenzaron a enten<strong>de</strong>r que yo era una persona bastante peligrosa con quien tratar: sus filas<br />
se quebraron; se <strong>de</strong>smoralizaron y dispersaron en distintas direcciones. ¡Quedé al fin dueño<br />
<strong>de</strong>l campo!<br />
-¡Tonto <strong>de</strong> mí!, exclamé <strong>de</strong> repente. Estar jugando a dispersar pájaros cuando la<br />
estación <strong>de</strong> ferrocarril más próxima o el hotel quizá se hallen a cien kilómetros <strong>de</strong> aquí.<br />
Apuré mis pasos, pero cuando llegaba al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l monte, sobre el ver<strong>de</strong> césped,<br />
cerca <strong>de</strong> unas ramas <strong>de</strong> laurel y enebro, hallé una excavación aparentemente recién hecha,<br />
porque la tierra extraída estaba floja y húmeda. El agujero o foso era angosto, <strong>de</strong><br />
1 Muy maduros<br />
2 Lechuza gran<strong>de</strong><br />
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