15.05.2013 Views

Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres

Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres

Edad de Cristal Guillermo Enrique Hudson Las - AMPA Severí Torres

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

<strong>Edad</strong> <strong>de</strong> <strong>Cristal</strong> <strong>Guillermo</strong> <strong>Enrique</strong> <strong>Hudson</strong><br />

tierra con un tremendo estallido. No bien hubo caído, sentí que había trabajado<br />

violentamente por <strong>de</strong>masiado tiempo; la brisa fresca y seca hirió mis mejillas como agujas<br />

<strong>de</strong> hielo, mis rodillas temblaron y todo giró en torno mío; tirándome sobre el lecho <strong>de</strong><br />

astillas y hojas secas, permanecí luchando por respirar, pero con la suficiente consciencia<br />

como para pensar si me había <strong>de</strong>smayado o no. Recuperado finalmente <strong>de</strong> ese estado <strong>de</strong><br />

extenuación, me senté y me alegré al advertir que la mitad <strong>de</strong>l día, <strong>de</strong> ese miserable último<br />

día, había pasado. Al pensar en el atar<strong>de</strong>cer que se aproximaba y toda la felicidad que<br />

traería, sentí nueva fuerza y celo y poniéndome <strong>de</strong> pie, sin pensar en mi alimento, recogí el<br />

hacha e hice un corte <strong>de</strong>spiadado sobre el caído árbol. Había realizado el trabajo <strong>de</strong> más <strong>de</strong><br />

un día y la fiebre que hervía en mis venas y mi mente me empujaban para continuar tan<br />

dura tarea como es la <strong>de</strong> <strong>de</strong>sbrozar las enormes ramas, y mi tarea continuó hasta que otra<br />

vez todo giró en torno mío como una calesa, obligándome a <strong>de</strong>sistir y hacer un alto más<br />

prolongado. Sentado allí sólo pensé en Yoleta. ¿Cómo aparecería tras tan largo encierro?<br />

Pálida, quizá también triste y en sus dulces y conmovedores ojos, acaso, advertiría esa luz<br />

nueva que tanto había anhelado y esperado.<br />

Entretanto, mientras eso meditaba, escuché no lejos un leve ruido, como <strong>de</strong> una<br />

liebre asustada por mi presencia, huyendo entre las hojas secas, y levantando la mirada vi a<br />

Yoleta en persona, apresurándose por llegar, su rostro encendido por la alegría. Me<br />

a<strong>de</strong>lanté presuroso para recibirla y al momento estuvo aprisionada entre mis brazos. Ese<br />

solo momento <strong>de</strong> dicha inenarrable pareció extinguir un ciento <strong>de</strong> veces todo lo miserable<br />

que me había sentido:<br />

- Oh, mi dulce amada, por fin, por fin mi pena ha llegado a su término, murmuraba,<br />

mientras la estrechaba más y más junto a mi corazón, y besando su rostro querido que<br />

aparecía tanto más <strong>de</strong>lgado que cuando la viese la última vez. Ella echó hacia atrás su<br />

cabeza, como Genoveva en la balada, para mirarme a la cara, sus ojos con lágrimas<br />

cristalinas y alegres que no apagaban su brillo. Pero su rostro estaba pálido con una pali<strong>de</strong>z<br />

melancólica, tal como el <strong>de</strong> la rosa <strong>de</strong> la Glorie <strong>de</strong> Dijon. Sólo ahora la excitación había<br />

arrebolado sus mejillas con los colores <strong>de</strong> aquella rosa; ese rosado tan distinto a la lozanía<br />

<strong>de</strong> otros rostros <strong>de</strong> épocas pretéritas, más tierno, <strong>de</strong>licado y precioso que todos los tintes <strong>de</strong><br />

la naturaleza.<br />

- Yo sé, dijo, cuánto te has apenado por mí, que estabas pálido y <strong>de</strong>macrado. Oh, qué<br />

extraño que me amases tanto!<br />

-¿Extraño, querida; otra vez esa palabra? Es la única dulzura y alegría en la vida. ¡Y<br />

no te alegra el ser así amada?<br />

- Oh, no puedo expresar cuánto me alegra pero, ¿no estoy aquí entre tus brazos para<br />

<strong>de</strong>mostrártelo? Cuando supe que te habías dirigido al monte no aguardé y corrí hacia aquí<br />

lo más rápido que pu<strong>de</strong>. ¿Recuerdas aquella noche en la sierra cuando me disgusté por tus<br />

preguntas y que no podía compren<strong>de</strong>r tus palabras? Ahora, que te quiero tanto, puedo<br />

compren<strong>de</strong>rlas mejor: Dime, ¿No he hecho como me pedías y me he entregado en cuerpo y<br />

alma? ¡Cómo te han cambiado treinta días! ¿Oh, Smith, me amas tanto?<br />

- Te amo tanto, mi bien, que si hubieses <strong>de</strong> morir no habría en la vida ya más placer<br />

para mí y preferiría <strong>de</strong>scansar bajo tierra en tu proximidad. Todo el día pienso en ti y<br />

cuando duermo estás en mis sueños.<br />

Ella seguía observándome fijamente, sus lágrimas <strong>de</strong> alegría aún brillaban en sus<br />

ojos, pero sobre ese dulce y hermoso rostro, tan lleno <strong>de</strong> cambiantes expresiones, para mi<br />

<strong>de</strong>sesperanza, no hallé la que yo buscaba, ningún signo <strong>de</strong> ese rubor femenino que<br />

encendió a Genoveva en la balada, brindando su exquisita gracia a los ojos <strong>de</strong> su amante.<br />

Página 79 <strong>de</strong> 109

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!