GERALD DURRELL - Fieras, alimañas y sabandijas - Galeón
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crecerían torcidos, o, al patalear y mover los brazos, se le romperían los huesos como si<br />
fueran ramitas de carbón de encina.<br />
Yo sabía que en Inglaterra no se ataba a los bebés de esa manera, y pensé si sería que los<br />
ingleses tenían los huesos más duros, por alguna razón; porque de otro modo tendría que<br />
haber muchísimos contrahechos entre los habitantes de las Islas Británicas. Tomé nota<br />
mentalmente para comentar aquella cuestión médica con Teodoro en la primera ocasión.<br />
Después de beber varios vasos de vino en honor del niño y comerme un gran racimo de<br />
uvas, monté a Sally y volví a casa a paso lento. No me habría perdido aquella mañana por<br />
nada del mundo, pensé. Pero, al reflexionar sobre ello según caminábamos por la sombra<br />
moteada de los olivos, lo que más me admiraba era que una cosa tan perfecta y tan bonita<br />
pudiera madurar y salir de dentro de una mujer que para mí era una vieja. Era algo así como<br />
romper la cáscara vieja, parda y espinosa de una castaña, y encontrar en su interior el precioso<br />
trofeo liso y brillante.