GERALD DURRELL - Fieras, alimañas y sabandijas - Galeón
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—Ya empezaba a pensar que no vendríais nunca —dijo—. Mamá está subiendo; a la<br />
pobre le cuestan trabajo las escaleras. Pero bueno, ¡qué aspecto tan estupendo tenéis los dos!<br />
Tenéis que contármelo todo. ¿Te gusta el hotel, Louise? Es muy barato y céntrico, pero está<br />
lleno de gente rarísima.<br />
Por la puerta abierta llegó un débil sonido sibilante.<br />
— ¡Ah, aquí está Mamá! —exclamó Prue—. ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Está aquí Louise!<br />
En la puerta apareció mi tía abuela Fan. A primera vista, pensé un tanto despiadadamente,<br />
tenía toda la pinta de una tienda de campaña andante. Iba envuelta en un traje de tweed color<br />
caldero, de corte y dimensiones increíbles, que le prestaba el aspecto de una roja pirámide de<br />
paño. Se tocaba con un sombrero de pana bastante baqueteado, del estilo que supuestamente<br />
suelen preferir los duendes. Sus ojos de búho miraban fijamente desde detrás de un par de<br />
lentes brillantes.<br />
—¡Louise! —exclamó abriendo los brazos y poniendo los ojos en blanco, como si Mamá<br />
fuera alguna aparición divina—. ¡Louise y Gerald! ¡Habéis venido!<br />
Fuimos besados y abrazados con vehemencia. Pero ya no era el abrazo acariciante, suave<br />
como un pétalo, de la prima Prue; era un abrazo enérgico, de romperte las costillas, y un beso<br />
firme que te dejaba los labios doloridos.<br />
—Cuánto lamento que no estuviéramos aquí para recibiros, querida Louise —dijo Prue—<br />
; pero no sabíamos exactamente cuándo llegabais, y teníamos que darles la comida a los<br />
perros.<br />
—¿A qué perros? —preguntó Mamá.<br />
—Pues a mis cachorritos de Bedlington. Ah, pero ¿no lo sabías? Es que mamá y yo nos<br />
hemos puesto a criar perros —y la prima Prue soltó una risilla coqueta y cantarina.<br />
—Pero la última vez teníais otra cosa —dijo Mamá—: cabras o algo así, ¿no?<br />
—Ah, y seguimos teniéndolas —dijo la tía Fan—. Y mis abejas, y los pollos. Pero a<br />
Prudence se le ocurrió que estaría bien criar perros. ¡Tiene tanta cabeza para los negocios!<br />
—Yo estoy realmente convencida de que da dinero, Louise —dijo Prue muy seria—.<br />
Primero compré a Tinkerbell y luego a Lucybell…<br />
—Y luego a Tinybell —interrumpió tía Fan.<br />
—Y a Tinybell —repitió Prue.<br />
—Y a Lucybell —dijo tía Fan.<br />
—Ay, calla, mamá. A Lucybell ya la he dicho.<br />
—Y a Tinkerbell —añadió tía Fan.<br />
—Mamá está un poco dura de oído —dijo Prue innecesariamente—, y todas han tenido<br />
cachorros. Me los traje a Londres para venderlos, al mismo tiempo que cuidábamos de Margo.<br />
—Eso te iba a decir: ¿dónde está Margo? —preguntó Mamá.<br />
Prue se fue de puntillas a la puerta y la cerró sigilosamente.<br />
—Está en una reunión, querida —dijo.<br />
—Ya lo sé, pero ¿qué clase de reunión? —preguntó Mamá.<br />
Prue miró en torno con nerviosismo y bisbiseó:<br />
—¡En una reunión espiritista!<br />
—Y también tenemos a Lucybell —dijo tía Fan.<br />
—Ay, cállate, mamá.<br />
—¿Una reunión espiritista? —dijo Mamá—. ¿Y para qué ha ido a una reunión espiritista?<br />
—Para curarse de la gordura y del acné —dijo Prue—. Pero acuérdate de lo que te digo,<br />
de ahí no puede salir nada bueno. Es un poder maléfico.<br />
Vi que Mamá se empezaba a alarmar.<br />
—Pero no lo entiendo —dijo—. Yo mandé aquí a Margo para que consultara a ese<br />
médico, ¿cómo se llama?<br />
—Ya sé, querida —dijo Prue—-. Pero después de llegar a este hotel cayó en las garras de<br />
esa mujer perversa.<br />
—¿Qué mujer perversa? —dijo Mamá, ya considerablemente alarmada.