GERALD DURRELL - Fieras, alimañas y sabandijas - Galeón
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Entremés para espíritus<br />
¿Qué otra cosa ves en las tinieblas del<br />
pasado y en el abismo del tiempo?<br />
SHAKESPEARE, La tempestad<br />
No había transcurrido mucho tiempo desde el juicio de Leslie cuando Margo se vio<br />
aquejada por una nueva afección que vino a hacer compañía a su acné. De buenas a primeras<br />
empezó a ganar peso, y pronto observó con espanto que estaba casi esférica. Llamamos a<br />
nuestro médico, el doctor Androuchelli, para que examinara aquel misterio. Androuchelli<br />
contempló con disgusto la obesidad de Margo, emitió una larga serie de «Po-po-pos» y recetó<br />
diversas pastillas y potingues y numerosos regímenes, todo ello sin el menor resultado.<br />
Un día, durante el almuerzo, Margo nos confesó, llorosa:<br />
—Dice que debe de ser glandular.<br />
—¿Glandular? —repitió Mamá, alarmada—. ¿Qué quiere decir con eso de que debe de<br />
ser glandular?<br />
—¡No sé! —gimoteó Margo.<br />
—¿Es que siempre hemos de comentar tus dolencias a la hora de comer? —inquirió<br />
Larry.<br />
—Larry, querido, es que Androuchelli dice que es glandular —dijo Mamá.<br />
—Bobadas —dijo Larry alegremente—. Son unas pocas grasas normales a tu edad.<br />
—¡Normales! —chirrió Margo—. ¿Tú sabes lo que peso?<br />
—Lo que te conviene es hacer más ejercicio —dijo Leslie—. ¿Por qué no practicas la<br />
vela?<br />
—No creo que cupiera en el bote —dijo Larry.<br />
—¡Bestia! —exclamó Margo, echándose a llorar—. ¡No dirías esas cosas si supieras lo<br />
que estoy sufriendo!<br />
—Larry, hijo mío —dijo Mamá, apaciguadora—, es muy poco caritativo eso que has<br />
dicho.<br />
—¡Y qué quieres que yo le haga si va por el mundo como una sandía llena de granos! —<br />
dijo Larry de mal talante—. ¡Encima parece que tengo yo la culpa!<br />
—Habrá que hacer algo —dijo Mamá—. Mañana iré a hablar con Androuchelli.<br />
Pero Androuchelli repitió que le parecía que podía ser un problema de glándulas, y<br />
declaró que, en su opinión, Margo debería ir a Londres para ponerse en tratamiento. Así pues,<br />
y tras un frenesí de telegramas y cartas, Margo fue despachada a Londres y confiada a los<br />
tiernos cuidados de dos de los únicos parientes dignos con los que todavía nos hablábamos:<br />
una prima de Mamá llamada Prudence y su madre, la tía abuela Fan.<br />
Después de una breve misiva diciendo que había llegado felizmente, que la prima Prue, la<br />
tía Fan y ella se habían instalado en un hotel cercano a Notting Hill Gate y que se había<br />
puesto en contacto con un buen médico, pasó bastante tiempo sin que volviéramos a saber<br />
nada de Margo.<br />
—Debería escribir —dijo Mamá.<br />
—No empieces, madre —dijo Larry—. Además, ¿para qué te va a escribir, como no sea<br />
para contarte sus nuevas dimensiones?<br />
—Pues a mí me gustaría saber qué está pasando —dijo Mamá—. Ten en cuenta que está<br />
en Londres.<br />
—¿Y qué tiene que ver que esté en Londres? —preguntó Larry.<br />
—Que en una capital como ésa puede pasar cualquier cosa —dijo Mamá sombríamente—<br />
. La gente cuenta toda clase de cosas que les pasan a las chicas en las grandes ciudades.