18.05.2013 Views

GERALD DURRELL - Fieras, alimañas y sabandijas - Galeón

GERALD DURRELL - Fieras, alimañas y sabandijas - Galeón

GERALD DURRELL - Fieras, alimañas y sabandijas - Galeón

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—¡Hombres, no! —dijo Spiro, aterrado sólo de pensarlo—. ¡Cómo le vas a meter en la<br />

cárcel, señorito Leslies! No se atreverías a hacerlo estando yo aquí.<br />

—De todos modos, Spiro, ¿no cree usted que le puede resultar un poco extraño que de<br />

pronto Leslie se acerque a hablarle? —dijo Mamá.<br />

—No, hombres —dijo Spiro, y, luego de mirar en derredor para asegurarse de que nadie<br />

nos oía, se inclinó hacia delante y susurró—: colecciona sellos.<br />

La familia puso cara de estupor.<br />

—¿Es aficionado a la filatelia, quiere usted decir? —preguntó al fin Larry.<br />

—No, no, señorito Larrys, no es de esa gente. Está casados y tiene dos hijos.<br />

La conversación parecía en vías de complicarse aún más de lo normal tratándose de Spiro.<br />

—¿Y qué pasa porque coleccione sellos? —dijo Leslie pacientemente.<br />

—Yo le presentós —dijo Spiro, desvelando por primera vez su maquiavélico plan—, y<br />

usted le dice que le va a conseguir sellos de Inglaterras.<br />

—¡Pero eso es soborno! —exclamó Margaret, escandalizada.<br />

—No es sobornos, señorita Margo —dijo Spiro—. El colecciona sellos. Quieres sellos.<br />

—Yo diría que si intentas sobornarle con sellos lo más probable es que te condene a<br />

quinientos años de trabajos forzados —dijo Larry juiciosamente.<br />

Yo pregunté con gran interés si, en el caso de que condenaran a Leslie, le mandarían a<br />

Vido, la penitenciaría que había en una islita en medio del mar brillante como a un kilómetro<br />

del pueblo.<br />

—No, no, hijo —dijo Mamá, cada vez más sofocada—. No van a mandar a Leslie a Vido.<br />

Pues era una lástima, pensé. Yo ya tenía un amigo presidiario, que cumplía condena en<br />

Vido por haber asesinado a su mujer. Era «de los de confianza», y por eso le habían permitido<br />

hacerse un bote y volvía en él a casa los fines de semana. Me había regalado un gavión<br />

descomunal que tenía dominados a todos mis restantes animales y a la familia. Era muy<br />

emocionante ser amigo de un asesino de verdad, pero aún habría estado mejor tener a Leslie<br />

encarcelado en Vido, para que también él viniera a casa los fines de semana. Hubiera sido<br />

bastante exótico tener un hermano presidiario.<br />

—No creo que pueda haber nada malo en que simplemente me acerque y le hable —dijo<br />

Leslie.<br />

—Yo que tú no lo haría —dijo Margo—. Acuérdate de eso de «por la boca salta la<br />

liebre».<br />

—Yo creo que debes tener cuidado, hijo —dijo Mamá.<br />

—Ya lo estoy viendo —dijo Larry con fruición—: Leslie con cadena y bola; Spiro<br />

también, probablemente, para hacerle compañía. Margo tejiéndoles calcetines abrigadores<br />

para el invierno, y Mamá enviándoles paquetes de comida y ungüento contra los piojos.<br />

—Oh, cállate, Larry —dijo Mamá enfadada—. Esto no es cosa de broma.<br />

—Sólo se trata de que hables usted con él, señorito Leslies —dijo Spiro seriamente—. De<br />

verdad que tienes que hablar con él, si no yo no puedo arreglarlos.<br />

Hasta ese momento Spiro no nos había defraudado nunca. Su consejo siempre había sido<br />

acertado, y, aunque a veces se saliera de la legalidad, nunca nos habíamos tenido que<br />

arrepentir de seguirlo.<br />

—Está bien —dijo Leslie—. Vamos a intentarlo.<br />

—Sé muy prudente, hijo —dijo Mamá mientras Leslie y Spiro se levantaban y se dirigían<br />

hacia donde estaba sentado el juez.<br />

El juez les recibió con gran simpatía, y durante media hora Leslie y Spiro tomaron café<br />

sentados a su mesa, mientras Leslie hablaba con él en su griego exuberante pero impreciso. Al<br />

fin el juez se puso en pie y les dejó, con mucho apretón de manos y mucha inclinación. Ellos<br />

regresaron a nuestra mesa, donde los demás les esperábamos ávidos de noticias.<br />

—Es un hombre encantador —dijo Leslie—. No podía haber estado más simpático. Le he<br />

prometido conseguirle sellos. ¿A quién conocemos en Inglaterra que haga colección?<br />

—Tu padre la hacía —dijo Mamá—. Era un filatelista acérrimo.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!