GERALD DURRELL - Fieras, alimañas y sabandijas - Galeón
GERALD DURRELL - Fieras, alimañas y sabandijas - Galeón
GERALD DURRELL - Fieras, alimañas y sabandijas - Galeón
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
—Yo ver extraños entre nosotros —dijo de improviso la señora Haddock, con tan fuerte<br />
acento indio que tuve que contener la risa—. Extraños que venir a entrar en nuestro círculo. A<br />
ellos yo decir «bienvenidos».<br />
Desde mi punto de vista, lo único extraordinario era que la señora Haddock ya no decía<br />
todas las palabras ensartadas unas detrás de otras ni emitía aquella extraña inhalación<br />
respiratoria. Durante algunos segundos masculló y murmuró cosas incomprensibles, y luego<br />
dijo claramente:<br />
—Os habla Mawake.<br />
—¡Oooh! —dijo Margaret, embelesada—. ¡Ha venido! ¡Escucha, Mamá! ¡Ese es<br />
Mawake!<br />
—Me parece que me voy a desmayar —dijo Prue.<br />
Yo escudriñaba a la señora Haddock, y bajo aquella luz débil y vacilante no veía ni rastro<br />
de ectoplasma ni de trompetas.<br />
—Mawake decir —anunció la señora Haddock— que muchacha blanca no deber ponerse<br />
más perforaciones.<br />
—¡Lo ves! —exclamó Margaret triunfante.<br />
—Muchacha blanca deber obedecer a Mawake. No deber dejarse influir por incrédulos.<br />
En la oscuridad oí a Mamá bufar belicosamente.<br />
—Mawake decir que si muchacha blanca confiar en él curarse antes de dos lunas.<br />
Mawake decir…<br />
Pero lo que Mawake estuviera a punto de decir no tuvimos el gusto de oírlo, porque en<br />
aquel preciso instante un gato que deambulaba por la habitación, nebuloso e inobservado,<br />
saltó al regazo de Prue. El alarido de ella fue ensordecedor; se puso en pie de un brinco,<br />
gritando: « ¡Louise, Louise, Louise! », y cual polilla deslumbrada salió dando tumbos<br />
alrededor de todo el círculo de gente, chillando cada vez que se tropezaba con algo.<br />
Alguien tuvo el buen sentido de encender la luz antes de que Prue, presa de aquel pánico<br />
gallináceo, causara algún desaguisado.<br />
—Pero bueno, esto es pasarse —dijo el jovencito insípido.<br />
—La puede usted haber hecho muchísimo daño —dijo la chica, clavando en Prue una<br />
mirada asesina y dando aire con un pañuelo a la señora Haddock.<br />
—Sentí que me tocaba algo. Me tocó. Se me subió encima —decía Prue llorosa—.<br />
Ectoplasma.<br />
—¡Lo has estropeado todo! —dijo Margaret iracunda—. ¡Justo cuando empezaba a hablar<br />
Mawake!<br />
—Creo que ya hemos oído bastante de Mawake —dijo Mamá—. Y creo que ya es hora de<br />
que dejes de hacer el ganso con toda esta estupidez.<br />
La señora Haddock, que a lo largo de toda esta escena había seguido roncando con gran<br />
dignidad, se despertó de golpe y porrazo.<br />
—¡Estupidez! —exclamó, fijando en Mamá sus saltones ojos azules—. ¿Se-atreve-usteda-llamarlo-estupidez?…<br />
Uaaaha.<br />
Fue aquélla una aquellas rarísimas ocasiones en que he visto a mi madre verdaderamente<br />
enfurecida. Se irguió cuan alta era, es decir, un metro treinta centímetros, y echando chispas<br />
espetó sin piedad:<br />
—¡Charlatana! Lo he llamado estupidez y me ratifico en lo dicho. Y no voy a permitir<br />
que a mi familia la timen con semejante engañabobos. Vamos, Margo; vamos, Gerry; vamos,<br />
Prue. Vámonos de aquí.<br />
Tan asombrados quedamos ante aquel despliegue de decisión por parte de nuestra<br />
normalmente pacífica madre, que la seguimos dócilmente, dejando en la habitación a la<br />
furibunda señora Haddock y sus diversos discípulos.<br />
En cuanto llegamos al refugio de nuestra habitación, Margo prorrumpió en cataratas de<br />
lagrimones.