XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclos A, B ... - Autores Catolicos

ESCATOLOGÍA
Lema: Dios quiere que queramos “su justicia” (C), que bebamos de su misma
copa (B), que afecta a todo lo terrenal (A).
La síntesis gnóstica frente a Justino e Ireneo.
Seny.-“Alteza (...)la singularidad de vuestra persona (...) y el lugar que
ocupa en el orden dinástico imponen sacrificar anhelos tan patrióticos”.
(Franco al conde de Barcelona).
La vida futura del primitivo cristianismo continúa con
el credo judaico con el hecho cristiano de la propia
resurrección de Jesucristo. Ni hay definición de cómo
ni de alma.
Tanto el “Evangelio de Felipe”, como la “Carta de
Regino”, ambos valentiniamos, gnósticos por ende,
adelanta la resurrección. El origen es la
espiritualización del cuerpo físico de Cristo. (Herejía
cristológica de fondo). Esta síntesis por más brillante
y que además terminaba con el escándalo que provocaba
en los medios cultos, no fue aceptada.
Ante esta brillante solución proponemos “De
resurretione”, probablemente de Justino.
Justino repite, no interpreta: los hechos tal como
han sido narrados como propios de la fe recibida. Así
se expresa: “Cuando al hombre se le anuncia el
evangelio de la liberación, entonces es también a la
carne a la que se le anuncia la liberación” (c. 8, cf.
Kretschmar 134). “Siguiendo la línea de esta palabra,
rechaza Ireneo con toda energía la idea de que se dé
una subida al cielo inmediatamente después de la muerte
(Adv Haer. V 31,1): “Lo que Pablo quiso decir fue que
es cosa de la carne el morir, no teniendo otra cosa que
esperar, y mucho menos el reino de Dios. Porque en esta
herencia el reino de Dios jamás es objeto, sino que
siempre es sujeto. El reino de Dios es vida, y a esta
vida le corresponde como herencia también el cuerpo, la
carne” (Kretschmar 129). Por consiguiente, lo mortal no
hereda, y lo contrario ocurre gracias a la paradoja de
la poderosa misericordia de Dios: “Ahora es la vida la
que toma como herencia lo mortal”, dice literalmente
Justino (citado por Kretschmar 129)”. (J. Ratzinger:
Escatología, c. III, 2 b).
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