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XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclos A, B ... - Autores Catolicos

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HISTORIA<br />

Desde la Corte le reclaman como si hubiese llegado a<br />

una mina doblas y maravedís, donde no hubiese gastos, y<br />

estuviesen expuestos a la intemperie sin que nadie les<br />

echase mano, ni los defendiese.<br />

“Le irritaban y humillaban las continuas demandas<br />

de cuentas que le venían de España, como si el hombre<br />

que había conquistado todo un reino para la Corona<br />

fuera un mayordomo vulgar. Escribe al Emperador y lo<br />

confirma en carta a su padre, que puesto que sus<br />

enemigos le acusan de haberse quedado con doscientos<br />

millones de renta de Nueva España, estaría dispuesto a<br />

darle al Emperador todo lo que posee en la Nueva<br />

España, a cambio de veinte; y además iría a servir a la<br />

Corte como consejero para loa asuntos de Nueva España.<br />

Estaba harto de la humillaciones que recibía de Méjico<br />

y soñó entonces irse a instalar a España”.<br />

Cuando uno de sus capitanes, Alvarado, llegó a<br />

España “abría los ojos de asombro en cuanto alguien en<br />

su presencia ponía en tela de juicio la lealtad o la<br />

honradez de Cortés, contribuyó también a mejorar las<br />

cosas”. Tanta calumnia no se explica si no es por la<br />

infame envidia cretina que dicen ser propia de la raza<br />

española.<br />

A tanto había llegado a causa de las intrigas de<br />

Albornoz que “había venido a completar la labor de<br />

Narváez, Tapia, y demás fracasados. Los colores con que<br />

lo pintaban eran tan subidos que ya estaba elegido un<br />

noble de alta estirpe y enérgico carácter, Don Pedro de<br />

la Cueva, para que se hiciese a la vela con fuertes<br />

tropas y sin necesario fuere, lo hiciese decapitar; y<br />

que se habían tomado laboriosas precauciones para que<br />

un barco que había mandado a España con emisarios bien<br />

provistos de oro no eludiese la vigilancia de los<br />

oficiales de la Corona y fuese a desembarcar a<br />

Portugal. La llegada tranquila <strong>del</strong> barco y la conducta<br />

recta y sincera de los mensajeros de Cortés calmó un<br />

tanto esta actitud melodramática adoptada por la Corte<br />

a base de informaciones que le daban los enemigos de<br />

Cortés”. Y aquí vuélvase a la actitud de Alvarado ante<br />

semejante trapacería e infamia. (Salvador de Madariaga:<br />

Hernán Cortés, Austral, pág. 517-518).<br />

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