XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclos A, B ... - Autores Catolicos

HISTORIA
La paz de Florencia y la realización de las leyes
morales que en sí exigen la expansión
“La paz de Florencia de 1486 es un acontecimiento
de singular importancia en el reinado: proyectaba a
Fernando, en su calidad de jefe del “Casal d-Aragó”, a
una posición que podemos calificar de hegemónica sobre
el Mediterráneo occidental. Comportaba ventajas y
también serias obligaciones. Para mantenerla era
imprescindible conservar la paz interior, equilibrada,
en Italia, disponer de una flota para vigilancia de las
rutas marítimas, y restaurar la prosperidad mercantil
catalana, tan seriamente dañada durante más de medio
siglo. Era interés primordial de la Monarquía española
que Génova y Venecia dejaran de pelearse y se hicieran
buenas y leales amigas. Toda esta política, en la que
Isabel colaboró, poniendo a disposición del Rey los
recursos castellanos, tenía, según ha explicado
Dousinague hace bastantes años, un objetivo primordial:
garantizar a la Unión de los Reinos el aprovechamiento
de los recursos mercantiles del Tirreno”.
“Se organizaron las colonias mercantiles, tanto de
los súbditos de la Corona de Aragón como de los
castellanos, nombrándose cónsules dando éstos faltaban.
Se puso en marcha una negociación con Venecia destinada
a lograr un sistema de garantía para los negocios, el
cual sería definitivamente confirmado en 1489:
consistía en establecer un pequeño impuesto sobre las
mecaderías y constituir con él un fondo para pagar
daños causados por la piratería o cualquier otra
irregularidad. Desde 1485 quedó restablecido el
consulado catalán en Alejandría del que los castellanos
se beneficiaban también en virtud de la equiparación
ordenada entre los súbditos de cualquiera de los
reinos. Allí estaba el extremo oriental de una larga
singladura, ruta de las especias o de las islas –ambas
denominaciones fueron propuestas por Vicens Vives y
Mario dell Trepo- que la Monarquía tenía que defender,
disponiendo de bases y de barcos”.
“Fue entonces cuando nació la sorprendente
relación entre los monarcas españoles y el Soldán de
Babilonia, Kay bey. En el invierno de 1487 y 1488
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