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XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclos A, B ... - Autores Catolicos

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instrumentos <strong>del</strong> poder, incrementa aún más la pobreza<br />

como el señor X....con sus políticas nefastas. Pero él<br />

es progresista, el popular, el renovador y por qué no,<br />

-ya que la palabra es linda-, el revolucionario. Y<br />

nosotros, los condenables amigos de los ricos. Con esta<br />

retórica primaria sobrevive y se agita todavía, aunque<br />

el tren de los tiempos nuevos lo haya dejado. Todavía<br />

se cree hombre de vanguardia repitiendo tesis de hace<br />

cincuenta años que llevaron al continente a un cuello<br />

de botella. Pero qué importa, nuestro idiota sigue<br />

considerándose de última moda, como esos abuelitos que<br />

al oír las notas de un tango, el baile elástico y<br />

pasional de su juventud, se lanzan a la pista<br />

olvidándose de gotas y reumatismo. Nada que hacer, él<br />

es incurable”. (Manual <strong>del</strong> perfecto idiota).<br />

ESCRITURA<br />

La personalidad clerical procede única y exclusivamente<br />

de la misma personalidad divina. Cualquier cosa que la<br />

desvincule <strong>del</strong> mismo Jesucristo, ya sea por su frívola<br />

ignorancia o por su malicia (que no creo) la pone fuera<br />

<strong>del</strong> ámbito de la divina misericordia, por mucho que<br />

cacareen amor y misericordia y capricho tapada con la<br />

excelencia pobrísima de la personalidad humana.<br />

“El Señor de los ejércitos os habla a vosotros,<br />

sacerdotes que menospreciáis su nombre. Objetáis: ¿en<br />

qué despreciamos su nombre? Con pretender que la mesa<br />

<strong>del</strong> Señor no importa, que traer víctimas ciegas no es<br />

malo, que traer las cojas o enfermas no es malo.<br />

Ofrecédselas a vuestro gobernador, a ver si le agradan<br />

y os congraciáis con él. Vosotros no Me agradáis. En<br />

todo lugar ofrecerán incienso y sacrificio a mi nombre,<br />

una ofrenda pura, porque es grande mi nombre entre las<br />

naciones. Vosotros habéis blasfemado cuando decíais: la<br />

mesa <strong>del</strong> Señor es despreciable”. (Ml 1).<br />

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