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02. Bóvedas de Acero

La acción se desarrolla en la Tierra, durante el siglo LI, donde las ciudades están encapsuladas en gigantescas bóvedas de acero (de las que la novela toma su nombre) y sin contacto directo con el mundo exterior.

La acción se desarrolla en la Tierra, durante el siglo LI, donde las ciudades están encapsuladas en gigantescas bóvedas de acero (de las que la novela toma su nombre) y sin contacto directo con el mundo exterior.

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—Vamos, Jessie, basta, ¡basta! —interrumpió Baley—. Domínate en lo posible. Ahora, ¿por<br />

qué estás asustada? No te da miedo Daneel. Tú te le enfrentaste cuando llegamos a casa. Te<br />

portaste con él <strong>de</strong> una manera espléndida. Así que...<br />

Dejó <strong>de</strong> hablar. Sentóse en la cama, con los ojos inútilmente abiertos en la oscuridad.<br />

Sintió que su esposa se movía a su lado. Alargó la mano; halló sus labios, y la oprimió<br />

contra ellos. Ella luchó contra la presión, tomándolo con sus manos <strong>de</strong> la muñeca y retirándola;<br />

mas él la apretó contra ella con mayor fuerza.<br />

Luego, <strong>de</strong> pronto, la soltó, al oírla quejarse.<br />

—Lo siento, Jessie —murmuró en voz ronca—. Oí ruido. Se levantó <strong>de</strong> la cama y se calzó<br />

unos pantuflos <strong>de</strong> plastofilma que le cubrían las plantas <strong>de</strong> los pies.<br />

—Lije, ¿adón<strong>de</strong> vas? No me <strong>de</strong>jes sola.<br />

—No te preocupes. Sólo voy hasta la puerta.<br />

La película <strong>de</strong> plástico producía un sonido susurrante cuando bor<strong>de</strong>ó la cama. Entreabrió la<br />

puerta <strong>de</strong>l recibidor y aguardó. No sucedió nada. Todo estaba tan tranquilo que podía percibir el<br />

leve silbido <strong>de</strong> la respiración <strong>de</strong> Jessie que le llegaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el lecho. Escuchaba hasta el ritmo<br />

sordo <strong>de</strong> su propia sangre martilleándole los oídos.<br />

La mano <strong>de</strong> Baley se escurrió por la abertura <strong>de</strong> la puerta. Con un impulso insignificante<br />

apretó el conmutador que regularizaba la iluminación <strong>de</strong>l techo.<br />

La puerta principal se encontraba cerrada, y en el recibidor no percibió el menor<br />

movimiento.<br />

Cerró el conmutador y regresó a la cama.<br />

Eso era todo lo que necesitaba. Las piezas se iban ajustando.<br />

Jessie le rogaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el lecho, preguntándole:<br />

—Lije, por favor, ¿qué suce<strong>de</strong>?<br />

—No suce<strong>de</strong> nada, Jessie. Todo sigue su curso normal. Ya no se encuentra aquí.<br />

—¿El robot? ¿Quieres <strong>de</strong>cir que se ha ido? ¿Para siempre?<br />

—No, no. Ya regresará. Y antes <strong>de</strong> que vuelva, contéstame a mi pregunta.<br />

—¿Qué pregunta?<br />

—¿A qué le tienes miedo?<br />

Jessie permaneció muda. Baley insistió con energía:<br />

—Dijiste que tenías un miedo <strong>de</strong> muerte.<br />

—A él.<br />

—No, no le tenías miedo a él. A<strong>de</strong>más, sabes perfectamente que un robot no pue<strong>de</strong> hacer<br />

daño a ningún ser humano.<br />

—Pensé que si todos sabían que era un robot, quizá se produjesen tumultos. Que nos<br />

matarían.<br />

—¿Por qué matarnos a nosotros?<br />

—Sabes muy bien lo que son los tumultos.<br />

—Ni siquiera saben dón<strong>de</strong> está el robot.<br />

—Pue<strong>de</strong>n indagarlo.<br />

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