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02. Bóvedas de Acero

La acción se desarrolla en la Tierra, durante el siglo LI, donde las ciudades están encapsuladas en gigantescas bóvedas de acero (de las que la novela toma su nombre) y sin contacto directo con el mundo exterior.

La acción se desarrolla en la Tierra, durante el siglo LI, donde las ciudades están encapsuladas en gigantescas bóvedas de acero (de las que la novela toma su nombre) y sin contacto directo con el mundo exterior.

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—Y un robot provisto con la primera ley, ¿no podría matar a un hombre?<br />

—¡Nunca! A menos <strong>de</strong> que esa muerte fuese <strong>de</strong>l todo acci<strong>de</strong>ntal, o a menos <strong>de</strong> que fuera<br />

necesaria para salvar las vidas <strong>de</strong> dos hombres o más. En cualquier caso, la potencial positrónica<br />

exacerbada echaría a per<strong>de</strong>r el cerebro irremediablemente.<br />

—Muy bien —convino Baley— Todo esto representa la situación en la Tierra, ¿verdad?<br />

—Efectivamente.<br />

—Pero, ¿qué me dice <strong>de</strong> los Mundos Exteriores?<br />

La certidumbre <strong>de</strong>l doctor Gerrigel se <strong>de</strong>svaneció.<br />

—No me atrevería a aventurar una opinión, pero estoy casi seguro <strong>de</strong> que si se <strong>de</strong>lineasen<br />

cerebros positrónicos no-asenios o se planteara la teoría matemática, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego lo sabríamos.<br />

—¿Lo sabríamos? Bueno, permítame seguir por otro camino. Mi pregunta es: ¿por qué<br />

robots humanoi<strong>de</strong>s? Se me ocurre que no conozco la razón <strong>de</strong> su existencia. ¿Por qué ha <strong>de</strong> tener<br />

un robot cabeza y cuatro miembros? ¿Por qué ha <strong>de</strong> tener aspecto, más o menos, <strong>de</strong> un hombre?<br />

¿Por qué?<br />

—La i<strong>de</strong>a se fundamenta en base a la economía. La forma humana es la generalizada que<br />

tiene mayor éxito en la naturaleza. No somos un animal especializado, señor Baley, excepto por<br />

nuestros sistemas nerviosos y algunos otros <strong>de</strong>talles curiosos. Si <strong>de</strong>sea un mo<strong>de</strong>lo capaz <strong>de</strong> hacer<br />

muchísimas y variadas cosas, lo mejor es proce<strong>de</strong>r imitando la forma humana. Por ejemplo, un<br />

automóvil tiene sus palancas hechas <strong>de</strong> modo que puedan asirse y manejarse <strong>de</strong> manera más fácil<br />

con la mano humana y con sus pies, adoptando <strong>de</strong>terminada forma y tamaño, sujetos al cuerpo por<br />

miembros <strong>de</strong> cierta longitud y coyunturas <strong>de</strong> un tipo especial. Hasta los objetos más sencillos,<br />

como las sillas y —las—mesas, los cuchillos y los tenedores están adaptados para cumplir con las<br />

exigencias <strong>de</strong> las medidas humanas y con su modo <strong>de</strong> operar. Es más fácil tener robots que imiten<br />

la forma humana, y no volver a <strong>de</strong>linear radicalmente la filosofía misma <strong>de</strong> nuestros instrumentos.<br />

—Comprendo. Es muy razonable. Ahora bien, doctor, ¿no es cierto que los roboticistas <strong>de</strong><br />

los Mundos Exteriores fabrican robots mucho más humanoi<strong>de</strong>s que los nuestros?<br />

—Creo que sí.<br />

—¿Pudieran manufacturar un robot tan humanoi<strong>de</strong> que pasara por ser humano en<br />

condiciones ordinarias?<br />

El doctor Gerrigel frunció el entrecejo y reflexionó.<br />

—Supongo que sí podrían, señor Baley. Saldría terriblemente caro. Dudo que los beneficios<br />

fueran proporcionados.<br />

—¿Se imagina usted que pudieran manufacturar un robot que lo engañara, a usted, hasta<br />

el punto <strong>de</strong> pensar que fuese humano? —prosiguió Baley inflexiblemente.<br />

—Vamos, señor Baley —sonrió el roboticista—, permítame que lo du<strong>de</strong>. Cierto que en un<br />

robot hay algo más <strong>de</strong> lo que aparece a simple vista...<br />

El doctor Gerrigel se quedó petrificado en mitad <strong>de</strong> su frase.<br />

Despacio, muy <strong>de</strong>spacio se volvió a R. Daneel, y su semblante sonrosado fue pali<strong>de</strong>ciendo.<br />

—Oh, señor —murmuró—, ¡oh, señor!<br />

Con una mano tocó tímidamente a R. Daneel en la mejilla. R. Daneel no se retiró, sino que<br />

contempló al roboticista con gran tranquilidad.<br />

—Oh, señor —susurró como en un sollozo el doctor Gerrigel—. ¡Usted es un robot!<br />

—Tiempo le costó a usted percatarse <strong>de</strong> ello —comentó Baley con acritud.<br />

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