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02. Bóvedas de Acero

La acción se desarrolla en la Tierra, durante el siglo LI, donde las ciudades están encapsuladas en gigantescas bóvedas de acero (de las que la novela toma su nombre) y sin contacto directo con el mundo exterior.

La acción se desarrolla en la Tierra, durante el siglo LI, donde las ciudades están encapsuladas en gigantescas bóvedas de acero (de las que la novela toma su nombre) y sin contacto directo con el mundo exterior.

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obot podría empren<strong>de</strong>r fácilmente la caminata; pero asesinar le resultaría una imposibilidad total.<br />

No preten<strong>de</strong>rá sustituir una teoría improbable por otra imposible...<br />

—¡Imposible es una palabra muy fuerte, doctor!<br />

—¿Sabe usted algo <strong>de</strong> la primera ley <strong>de</strong> la robótica, señor Baley?<br />

—Por supuesto. Hasta se la puedo citar <strong>de</strong> memoria: «Ningún robot causará daño a un ser<br />

humano o permitirá, con su inacción, que un ser humano sufra algún mal». —Baley le apuntó<br />

bruscamente al roboticista con un <strong>de</strong>do, y continuó—: ¿Por qué no se podría construir un robot sin<br />

imbuirle la primera ley? ¿Qué hay <strong>de</strong> sagrado en todo eso?<br />

El doctor Gerrigel tuvo un sobresalto que intentó disimular.<br />

—¡Oh, señor Baley...! —exclamó luego con una sonrisa.<br />

—Bien, ¿cuál es la respuesta?<br />

—Por <strong>de</strong>scontado, señor Baley, si usted supiera algo acerca ,lo robótica, estaría al tanto <strong>de</strong><br />

la tarea gigantesca que significa, tanto matemática como electrónicamente, la construcción <strong>de</strong> un<br />

cerebro positrónico.<br />

—Tengo una ligera i<strong>de</strong>a —repuso Baley. En realidad no podía regar que era un trabajo<br />

enorme.<br />

—Entonces —reanudó el doctor Gerrigel—, <strong>de</strong>be saber que el patrón <strong>de</strong> la teoría básica<br />

incluye las tres leyes <strong>de</strong> la robótica: la primera ley, que acaba usted <strong>de</strong> citar; la segunda ley, que<br />

dice: «Todo robot obe<strong>de</strong>cerá las ór<strong>de</strong>nes recibidas <strong>de</strong> los seres humanos, excepto cuando esas<br />

ór<strong>de</strong>nes puedan entrar en contradicción con la primera ley», y la tercera ley, que se<br />

enuncia como sigue: «Todo robot <strong>de</strong>be proteger su propia existencia, siempre y cuando<br />

esta protección no entre en contradicción con la primera o la segunda ley».<br />

—Perdona, Elijah —interpuso R. Daneel—, pero <strong>de</strong>seo saber si he captado bien lo que ha<br />

dicho el doctor Gerrigel. Nos trata usted <strong>de</strong> explicar que cualquier intento por construir un robot,<br />

cuyo mecanismo <strong>de</strong> cerebro positrónico no esté orientado en el sentido <strong>de</strong> las tres leyes, exigiría,<br />

ante todo, la sustentación <strong>de</strong> una teoría básica, y que esto, a su vez, resulta imposible a menos que<br />

se empleen varios años.<br />

El roboticista pareció muy complacido.<br />

—Eso es precisamente lo que pretendo indicar, señor...<br />

—Daneel Olivaw —presentó Baley.<br />

—Encantado, señor Olivaw. —El doctor Gerrigel extendió la mano y estrechó la <strong>de</strong> Daneel.<br />

Continuó—: Requeriría unos cincuenta años <strong>de</strong>sarrollar la teoría básica <strong>de</strong> un cerebro positrónico<br />

no-asenio, es <strong>de</strong>cir, uno en cuyas suposiciones fundamentales se <strong>de</strong>rogaran las tres leyes, y<br />

concluirla en el punto preciso en que se pudiesen construir robots semejantes a los mo<strong>de</strong>los<br />

mo<strong>de</strong>rnos.<br />

—¿Y eso no se ha hecho nunca? —interrogó Baley—. Hemos estado construyendo robots<br />

durante miles <strong>de</strong> años. En todo ese tiempo, ¿nadie, ningún grupo ha podido disponer <strong>de</strong> cincuenta<br />

años?<br />

—Por supuesto que si —afirmó el roboticista—; pero no es la clase <strong>de</strong> trabajo que le<br />

interese empren<strong>de</strong>r a nadie. La raza humana, señor Baley, posee un fortísimo complejo<br />

frankensteiniano. No se construyen robots <strong>de</strong>sprovistos <strong>de</strong> la primera ley.<br />

—Y, ¿ni siquiera existe teoría para ello?<br />

—Hasta don<strong>de</strong> llegan mis conocimientos, no. Y mis conocimientos —añadió con una<br />

sonrisita <strong>de</strong> complacencia— son bastante extensos.<br />

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