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incisiones alrededor de los ojos azules, profundos y bastante hermosos. Eran unosojos combativos y serios, con un amago de incertidumbre. Decidió que era una caranerviosa. Pero tan pronto como le oyó hablar, notó cierta tensión en su cuerpo,como si se vigilara. Aquella timidez le hizo reaccionar contra él, a pesar de que uninstante antes le había atraído la cordialidad inconsciente de su sonrisa.Éstas fueron las primeras reacciones que le inspiró el hombre a quien tanprofundamente querría más tarde. Tiempo después, él se quejaría, medio en serio,medio en broma:—Al principio no me quisiste nada. Tenías que haberme querido en seguida.Yo deseo que, por una vez en mi vida, una mujer me mire y, acto seguido, seenamore de mí. Pero eso nunca sucede así...Luego ampliaría su idea conscientemente, en broma, en términosemocionales:—La cara es el alma. ¿Cómo puede uno fiarse de una mujer que no seenamora de uno hasta que no han hecho el amor? Tú no me querías nada.Y se reiría con una larga carcajada de resentimiento y burla, mientras Ellareplicaba:—¿Cómo puedes separar el hacer el amor de todo lo demás? No tienesentido.Su atención comenzó a desviarse del desconocido. Reparó en que empezabaa sentirse incómoda y en que él se daba cuenta. Y lo lamentaba, pues se sentíaatraído por ella, En la cara se le notaba demasiado el esfuerzo por retenerla. Ellacomprendía que en tal actitud había mucho de vanidad, una vanidad sexualsusceptible de ofenderse si no le hacía caso, y eso le produjo un deseo repentino dehuir. Esta serie compleja de emociones, tan repentinas y fuertes que le hacíansentirse incómoda, la llevaron a pensar en su marido, George. Se había casado conél casi por fatiga, al cabo de un año de cortejarla violentamente. Le constaba queno debía casarse con George. Sin embargo, lo hizo; no tuvo la fuerza de voluntadsuficiente para romper con él. Poco tiempo después de casados, Ella empezó asentir repugnancia sexual hacia George, como un sentimiento que no podíacontrolar ni disimular. Esto hizo que él la deseara más, lo cual aumentó suaversión. Y George parecía obtener cierto gusto o placer de la repulsión que suesposa experimentaba. Parecían haber llegado a una suerte de irremediable puntomuerto psicológico. Después, para hacerla rabiar, George se fue a la cama con otramujer y se lo contó. Finalmente, Ella tuvo la fortaleza de carácter que le habíafaltado para romper a tiempo su unión y se aprovechó, deshonesta ydesesperadamente, de que él la hubiera traicionado. Esto había ido en contra desus principios éticos, y el hecho de que usara argumentos convencionales —repitiendo hasta la saciedad, porque era una cobarde, que él le había sido infiel— leinspiró un acusado desprecio de sí misma. Las últimas semanas pasadas conGeorge fueron una pesadilla de autodesprecio y de histeria, hasta que huyó de lacasa para acabar con todo aquello, para poner una distancia entre ella y el hombreque la asfixiaba, que la encarcelaba, que, por lo visto, la despojaba de su librealbedrío. Entonces, George se casó con la mujer que había usado para que Ellavolviera a él, y a Ella se le quitó un peso de encima.Cuando estaba deprimida, tenía la costumbre de obsesionarse acerca decómo se había comportado durante aquel matrimonio. Hacía observaciones muycomplicadas, se denigraba a sí misma —y también lo denigraba a él—, se sentía156

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