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eprocharme era la «intelectualización» a la que ella atribuía mis disturbiosemocionales:—Tengo la impresión que hacerse psicoanalizar es, esencialmente, unproceso en el que a una se le fuerza a volver al infantilismo, y luego se la rescatade él por otro proceso de cristalización de lo que una aprende, en una especie deprimitivismo intelectual; te fuerzan a volver a un mito, al folklore y a todo lo que espropio de los estados salvajes o no desarrollados de la sociedad. Por ejemplo, si austed le digo: en este sueño reconozco este mito y este otro; o en esta emociónacerca de mi padre, tal cuento popular; o el ambiente de este recuerdo es idénticoal de tal romance inglés: entonces usted sonríe y se siente satisfecha. En suopinión, he ido más allá de lo infantil, lo he transmutado y lo he salvado alencarnarle en el mito. Pero, en realidad, lo único que yo hago o que usted hace, espescar entre los recuerdos infantiles de un individuo y fundirlos con el arte o lasideas que pertenecen a la infancia de un pueblo.Ella, a todo esto, sonrió, tal como era de esperar.—Ahora —proseguí— estoy volviendo sus propias armas contra usted. Noestoy hablando de lo que usted dice, sino de la manera que usted reacciona.Porque los momentos en que se muestra realmente encantada y excitada; losmomentos en que su cara se llena de vida, son aquellos en los que yo digo el sueñode ayer noche tenía un contenido idéntico al del cuento de Hans Andersen sobre lasirena. Por el contrario, cuando intento usar una experiencia, un recuerdo, unsueño, en términos modernos, cuando trato de hablar de él críticamente, consequedad o complejamente, diríase que entonces usted se aburre y se impacienta.De todo ello deduzco que lo que le gusta de veras, lo que realmente le conmuevees el mundo primitivo. ¿Se da cuenta de que ni una sola vez, ni una sola, hehablado de una experiencia mía o de un sueño, tal como le hablaría de ello a unaamiga, o de la manera como usted misma le hablaría de ello, fuera de este cuarto,a un amigo? En tales momentos, nunca deja usted de fruncir las cejas, y le aseguroque sus fruncimientos de cejas o su impaciencia es algo de lo que usted no esconsciente. ¿O va a decirme que el fruncimiento de cejas es deliberado, porqueopina que no estoy preparada para avanzar y salir del mundo de los mitos?—¿Y bien? —dijo ella sonriendo.—Eso ya está mejor, aunque lo más probable es que me sonreiría así si leestuviera hablando en un salón. Sí, ya sé que me va a decir que esto no es unsalón, y que estoy aquí porque tengo problemas...—¿Y bien? —continuó sonriendo.—Voy a tratar de demostrar lo que es evidente: que la palabra neurosissignifica un estado de conciencia muy elevado y desarrollado. La esencia de laneurosis es el conflicto. Pero la esencia de la vida, actualmente, consiste en vivir deuna forma total, sin cerrarse a lo que está pasando, lo cual es un conflicto. Dehecho, yo misma he llegado a un punto en que miro a la gente y digo: ella o él está«entero» porque ha decidido cerrarse ante esta o aquella fase. La gente seconserva sana cerrándose, limitándose.—¿Le parece que está mejor o peor debido a su experiencia conmigo?—¡Ah, ya ha vuelto al cuarto de consulta! Pues claro que estoy mejor, peroesto no es más que un término clínico. Me da miedo estar mejor al precio de vivirde mitos y sueños. El psicoanálisis es un éxito o un fracaso según se mejore a la403

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