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En cuanto a Tommy, después de permanecer como una silenciosa figura enla soledad de un cuarto a oscuras, asistido por los vivos y a merced de éstos, semovió, volvió a la vida y habló. Y entonces, aquel grupo de personas, Molly, Anna,Richard y Marion, que habían estado aguardando de pie o sentadas, que habíanvelado toda una semana desgajada del tiempo, comprendieron hasta qué puntohabían dejado que él, mentalmente, se les escapara hacia la muerte. CuandoTommy habló, fue un choque, pues aquella cualidad suya, aquella obstinaciónacusadora y hosca que le empujara a tratar de atravesarse los sesos con una bala,había desaparecido tras la imagen de la víctima que yacía cubierta por sábanas yvendajes blancos. Sus primeras palabras —y estaban todos allí para oírlas— fueron:—Estáis aquí, ¿verdad? No puedo veros —habló en un tono, que mantuvosilenciosos a los circunstantes—. Estoy ciego, ¿no es eso?Y, de nuevo, su forma de hablar tornó imposible cualquier intento desuavizar el choque de Tommy con la realidad, al volver a la vida. A pesar de queése fue el primer impulso de Anna y Molly. Esta última, al cabo de un momento, ledijo la verdad. Los cuatro estaban de pie alrededor de la cama, con la mirada fijaen aquella cabeza ciega cubierta de telas blancas y bien ajustadas, sintiéndoseenfermos de horror y de compasión, imaginando la lucha solitaria y valerosa quedebía de estar librándose en el interior del muchacho. Pero Tommy no dijo nada.Yacía inmóvil. Sus manos, aquellas manos gruesas y desmañadas como las de supadre, reposaban a los lados. Las levantó para juntarlas y cruzarlas sobre el pecho,en actitud paciente. Sin embargo, en la manera de hacer el gesto hubo algo quellevó a Molly y Anna a intercambiar una mirada en la que había algo más quecompasión. Era una especie de terror; la mirada había sido como una afirmacióncon la cabeza. Richard vio a las dos mujeres comunicarse esta sensación, y rechinólos dientes, literalmente, de rabia. Aquél no era el mejor sitio para decir lo quesentía; pero lo dijo fuera. Se alejaban del hospital caminando los cuatro juntos.Marion iba un poco retrasada, pues aunque el choque de lo ocurrido a Tommy lehabía hecho dejar de beber temporalmente, aún parecía moverse en un mundolento y privado. Richard habló furiosamente a Molly, dirigiendo unos ojos ardientesy enojados hacia Anna, para incluirla:—Lo que has hecho ha sido una buena cabronada.—¿Por qué? —inquirió Molly, agarrándose fuertemente al brazo de Anna, quela sostenía, pues desde que habían salido del hospital toda ella se estremecía ensollozos.—¿Por qué? ¡Decirle de esa manera que se ha quedado ciego para siempre!¡Vaya forma de proceder!—Él ya lo sabía —adujo Anna, viendo que Molly no podía hablar por causa dela turbación, y sabiendo, además, que no las acusaba de eso.—¡Lo sabía, lo sabía! —les espetó Richard entre dientes—. Acababa de salirdel estado de inconsciencia, y le dices que está ciego para el resto de la vida.Anna argumentó, contestando a sus palabras, no a sus sentimientos:—Tenía que saberlo.Entonces Molly se dirigió a Anna, sin hacer caso de Richard, para continuarel diálogo que habían comenzado con aquella mirada horrorizada, de confirmación,en el cuarto del hospital:321

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