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—Lo suponía. Bueno. Pues, sí. Pero lo venceré. Ya te lo he dicho, tengo unagran fe en la inteligencia. Lo veo de la siguiente manera, ¿me permites? Tengo unagran fe en saber lo que va mal, en admitirlo, y en decirme que lo venceré.—Muy bien —asintió Anna—. Yo también.—Anna, me gustas. Y gracias por dejarme quedar. Me vuelvo loco si tengoque dormir solo... —al cabo de otra pausa, añadió—: Tienes suerte de tener esahija.—Ya lo sé. Por eso me mantengo sana, y tú estás chalado.—Sí. Mi mujer no quiere tener un hijo. O sí, sí quiere. Pero me dijo: «Milt,no deseo tener un hijo de un hombre que sólo se pone caliente conmigo cuandoestá borracho».—¿Empleó estas palabras? —preguntó Anna, con resentimiento.—No, muñeca. No, pequeña. Dijo: «No quiero tener un hijo con un hombreque no me ama».—Qué mentalidad más simple —comentó Anna, llena de amargura.—No uses este tono, Anna, o tendré que irme.—A ti no te parece que hay algo ligeramente extraño en una situación en laque un hombre entra en el piso de una mujer, sin que le inviten, y dice: «Tengoque compartir tu cama porque me salgo de órbita si duermo solo, pero no puedohacerte el amor porque, si lo hago, te odiaré».—No más raro que otros determinados fenómenos que podría mencionar.—No —dijo Anna juiciosamente—. No. Gracias por quitarme todas estastonterías de la pared. Gracias. Unos cuantos días más, y entonces sí queenloquezco.—De nada. Soy un fracaso, Anna. Cuando hablo soy un fracaso, no necesitoque me lo digas. Pero hay una cosa que hago bien, y es ver cuándo una personaestá en una situación difícil, y saber qué fuertes medidas tomar.Se pusieron a dormir.Por la mañana le sintió mortalmente frío entre sus brazos, un pesopavorosamente frío, como si abrazara a la muerte. Despacio, le dio friegas para quese calentara y despertara. Luego, ya en calor, despierto y agradecido, él penetró enella. Pero, para entonces, Anna ya estaba predispuesta contra él. No pudo evitarestar tensa, no pudo relajarse.—Pues ya lo ves —dijo él después—. Ya lo sabía. ¿Tenía o no razón?—Sí, tenías razón. Pero en un hombre con una enorme erección hay algomuy difícil de resistir.552

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