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—¿Sabes, Anna? Cuando miro a Tommy y le veo con esa cosa siniestra ynegra tapándole los ojos, tan bien puesto y limpio, y con su boca, ya sabes, esaboca suya, fija, dogmática... Bueno, pues me invade una irritación tal...—Sí, te comprendo.—Pero ¿no es horrible? Se trata de una irritación física... Todos esosmovimientos lentos y cuidadosos, ¿comprendes?—Sí.—Porque es exactamente igual que antes, sólo que confirmado. No sé si meentiendes...—Sí.—Es como una especie de fantasma.—Si—Sería capaz de gritar de irritación... Y lo peor es que tengo que salir delcuarto, porque sé muy bien que él capta que yo siento esto y... —En este punto,Molly se contuvo. Luego decidió continuar, desafiante—: Él disfruta. —Soltó unacarcajada chillona y añadió—: Es feliz, Anna.—Sí.Por fin había salido aquel algo. Ahora las dos se sentían mejor.—Es feliz por primera vez en su vida—prosiguió Molly—. Esto es lo terrible...Se puede ver en el modo como se mueve y habla. Por primera vez en su vida estodo él de una pieza.A Molly se le cortó el aliento de horror ante sus propias palabras, oyendo loque había dicho, todo él de una pieza, y encajándolo con la realidad de aquellamutilación. Entonces escondió la cara entre sus manos y lloró, de una maneradiferente, con todo su cuerpo. Cuando hubo terminado de llorar, levantó la vista yprofirió, tratando de sonreír:—No debiera llorar. Me va a oír.En aquellos momentos su sonrisa era valiente. Anna notó, por vez primera,que el casquete dorado del pelo de su amiga tenía mechones grises, y quealrededor de sus ojos, directos pero tristes, había unas cavidades oscuras por lasque se le veían los huesos, delgados y agudos.—Creo que deberías teñirte el pelo —observó Anna.—¿Para qué? —preguntó Molly, enfadada. Luego se obligó a reír, y añadió—:Ya le oigo, cuando yo subiera la escalera con el pelo bien arreglado, satisfecha, y éloliera el tinte o lo que fuese, captando el matiz de la cosa y diciéndome: «Madre,¿te has teñido el pelo? Pues me alegro de que no te dejes abandonar».326

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