j - Memoria Chilena

’Ibtal que si te ixrmas dos chopes m6.s va a resultar
que tambikn pdmste en lm Estados Unidos.
-Chic0 criadilla, no mbs. Le est& faltando el
respeto a tus mayores. ~Qu6 sabes de la vida, tii?
Caucamh ri6 conciliador. A1 fin y a1 cabo, Cancino
era el festejado y tenia derecho a meter su cuchara.
Propuso discretamente cambiar de local.
-Bien 4ijo Domingue-. Dejamos el buque y
bajamos a tierra.
Cruzaron la calle. Era casi imposible no acudir
a1 llamado de El Portefio, cuyo aviso luminoso, en or0
y violeta, pendia mmo una bandera de combate. Bar
. favorito de 10s valparaisinos que merodean por 10s
alrededores de la Estaci6n Mapocho, en espera de la
salida o la llegada de 10s trenes.
Caucamh pidi6 unos blancos y cancel6 en seguida.
Las mesas estaban ocupadas y el mesh, lleno de
clientes eufbricos, no se mostraba propicio a las confidencias.
Bebieron en silencio, como por obligacibn.
De una pared colgaba un enorme cartel de colores
violentos en el que aparecfa una jzrra de vino sobre
un pedestal de duraznos y frutillas gigantes, ilustrado
con una leyenda mhgica: “Borgofia en Clos”. Escudo
de bebedores, el cartel era un desafio a las gargantas
infatigables de 10s mks fieros borrachos del
puerto y de las inmediaciones del rio Mapocho.
La tercera parada fue en el Zum-Rheim, a1 llegar
a la calle San Pablo. local era mhs alegre y
con pinturas. En las paredes lucian pavos reales con
lunas menguantes en la cabeza y una serie de esce-
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