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Aquella noche, como casi Mas, Sonrisita Gu-<br />
tikrrez bebifa su eaf4 en el Brunswick (Palacio de la<br />
Recreacih. Billares y PalitroquPs), be la &e Mer-<br />
ced. El amplio local era punto de reuni6n de un va-<br />
riado gremio festivo, un tanto infantil y ocioso, for-<br />
mado por deportistas, periodistas y caballeros de la<br />
noche.<br />
El entrenador se instalaba en un recinto vecino<br />
a las pistas de palitroque y escuchaba, semiadorme<br />
cido, el rumor player0 de las grandes bolas que se des-<br />
lizaban por el entarimado y el chocar estimulante de<br />
10s palos golpeados.<br />
“Asi se doblan las piernas de 10s que pierden por<br />
lona”, pensaba.<br />
A su mesa acudian redactores deportivos, Arbi-<br />
tros de box y uno que otro aficionado que habia en-<br />
vejecido en las plateas del Hip6dromo Circo y del<br />
Caupolich.<br />
Ocasionalmente jugaban una partida de domin6,<br />
per0 siempre volvian, una y otra vez, a1 tema iinico.<br />
Todos ellos eran veteranos de la 6poca de or0 del box<br />
nacional, en la d6cada del 20 a1 30. La charla recaia,<br />
invariablemente, en las grandes figuras desapareci-<br />
das o en decadencia.<br />
Habia temas favoritos. La disputa sobre las exce<br />
lencias pugilisticas de 10s grandes livianos Luis Vi-<br />
centini y Estanislao Loayza ocupaba semanas ente-<br />
ras. De la plea misma se cotejaban varias tnersiones.<br />
IDS vicentinistas, a varios afios del encuentro,<br />
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