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pueden llegar 10s carabineros. . . Me harh pagar to-<br />
do. . . A lo mejor anda armado. . . No hay que con-<br />
fiarse”.<br />
El Tirante mey6 que el pampino estaba indeciso<br />
y volvia a la carga:<br />
-Mire, Caucamhn. . . Si es desconfianza, le doy<br />
10s cinco mil pesos ahora. Yo sb que 10s nortinos cum-<br />
plen. . . La pelea, sea como sea, la tiene perdida. Le<br />
conviene arreglarse . . . Todos lo hacen. . . La Fede-<br />
raci6n es muy pulpa; se queda con toda la torta. . .<br />
Ahora usted termina de vice‘campebn y el pr6ximo<br />
abo la tonada puede ser diferente, jah?<br />
Caucamkn, por primera vez, le sostuvo la mi-<br />
rada a1 pilastrero, varios segundos, de poder a poder.<br />
Despubs se levant6 lentamente. No sabia si pegarle<br />
una bofetada o salir disparado.<br />
-Con permiso, jah? Voy aqui no mks, a1 bafio.<br />
El pbgil sal% a1 patio. AI regresar advirti6 que el<br />
Tirante seguia de espaldas a Ea puefia y convermba<br />
con la garzona gorda.<br />
Habia que decidirse. De un brhco salt6 10s tres<br />
escalones que lo separaban de la calle y corri6 a per-<br />
derse, por entre Ias carretelas, hacia el rio.<br />
Desde el puente de Veintiuno de Mayo mir6 un<br />
segundo hacia atrhs.<br />
El Tirante estaba, con las piernas cruzadas, en<br />
la puerta de La Navegaci6n. A su lado, la mesonera<br />
gorda mostraba con el dedo la direcci6n en que habia<br />
huido el boxeador.<br />
Se encamin6 a1 hotel, desilusionado y maltrecho.<br />
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