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comprometido y dispuesto a colaborar en la tiltima<br />
noche de su compaiiero. Domhguez estaba en lo jus-<br />
to: el gallo queria trenmxse en un cuerpo a cuerpo,<br />
con pierna suave. Le habl6 en forma paternal: '<br />
-&6mo vas a pelearla? &De puntete o con cam-<br />
bio de guardia?<br />
Cancino se detuvo en seco y dijo con la cabeza<br />
baja, entre enojado y dolorido:<br />
-Si me van a seguir ajizando, mejor es que me<br />
vaya solo.<br />
-Oye, estas fulanas son peligrosas. Te pueden<br />
pegar las mil y una. Ademhs, son ladronas.<br />
El peso gallo ya no protestaba. Sus miradas iban<br />
de Caucamh a Domhguez. Por tiltimo, dijo en vozk<br />
bajta, como quien confiesa un delito:<br />
-Si no es aqui la cosa. Me gustan otras que pa-<br />
ran en la calle Santo Domingo.<br />
Salieron lentamente. Se habian acabadi las ta-<br />
llas y formaban un solo bloque.<br />
-Perdona, cabro. Es sin mala intenci6n. Pura<br />
broma, no mbs.<br />
Caucambn iba intrigado. No era tan inocente co-<br />
mo para ignorar que por San Antonio paseaban las<br />
busconas, a1 atardecer. Habia seguido a una mujer<br />
ostentosa, de pel0 y ojos pintados, que se movia, pe-<br />
tardeando, entre dos funerarias -la de Az6car y la<br />
Forlivesi-, para refugiarse en el portal del Bar La<br />
Trinchera. Esa mujer b habia inquietado en sus sue-<br />
iios. La vefa salir, muy compuesta, de un atafid, in-<br />
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