j - Memoria Chilena

pasado muchas horas observando mn envidia y ad-
miraci6n las elocuencias y proems mbgicas de 10s
propagandistas.
Alli estaban 10s del Ti Araucano N.9 IO; 10s que
rifaban cinco cosas; el de 10s sobres con hor6scopos y
la autentica piedra imbn, macho y hembra; 10s que
vendisin contras para 10s maks de la brujeria; la
profesora Patricia, el pmfesor Stevenson y tambien
10s humilldes rifadores de Biblias.
En un grupo aparte, alertos y displicentes, acom-
pafiados de lujosas secretarias, 10s mentalistas es-
peraban su momento. Su trabajo era de mbs cate-
goria y aotuaban a1 find. Be pasaban la mafiana
, trasmitiendo respuestas en clave a las secretaria,
unas mujenx con pieles, dee grandes tsccs, que lo
adivinaban todo.
Parti6 primero, como m&s gritAn, el Boliviano.
Comenz6 a perorar fuerte atrayendo la atencih de
10s huasas que descendian dse las gdndoh mburba-
nas de Noviciado, Lampa y Lipangue. Era el mejor
ptiblico, el' mbs respetuoso y comprador.
Caucaman observaba sintiendose el espectador
seguro de una funci6n de la cual poseia el secreto.
Oia con placer a1 falso boliviano porque contaba co-
sas del norte y nombraba las Oficinas salitreras. Era
un mestizo de cara verdosa y gran dentadura, con in-
cisivos de oro. La boca ancha y gesticulante se le
llenaba de saliva. PwBa una voz podmsa y optimis-
ta. Su camisa, de colores escoceses, era de calidad.
En las manos lucia tantos anillos como dedos.
1-10