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que se traia algo entre manos, les pidi6 que lo acom-<br />
paiiaran.<br />
-Es mi flltima noche. Vamos a revolverla otro<br />
poco.<br />
Volvieron a la calle. En la esquina de San Anto-<br />
nio, Cancino, que se veia por momentos mbs nervio-<br />
so, subi6 sin aviso 10s escalones del Bar Olimpia. Ac-<br />
tuaba rkpidamente y se mostraba preocupado.<br />
Caucambn tenia buena cabeza y su hica preo-<br />
cupaci6n era que finalizara alguna vez el homenaje.<br />
Temia a la borrachera incipiente de sus amigos. Le<br />
gustaba perder el tiempo a su modo; en 10s bares se<br />
sentia molesto.<br />
Se alinearon en el mesh y pidieron aguardien-<br />
te. Cancino ya no atendia a 10s comentarios de Do-<br />
mfnguez. Sus miradas iban a 10s amplios' reservados,<br />
con cortinas azules, de 10s que salian unas mujeres<br />
pintarrajeadas. Corteras chicas y melenudas -sin<br />
dientes ni pantorrillas, con un minimo de cuerpo-<br />
que miraban osadamente.<br />
-Venga, corazcin.. .<br />
Habia algo da juego escolar, de nifias en recreo.<br />
Se asumaban en un continuo escondite, usando las<br />
tres puertas del bar. Pasaba la pareja de carabineros<br />
y entonces volvian a salir para regresar a 10s pocos<br />
minutos, muertas de risa, comentando entre ellas las<br />
peripecias de la calle. Junto a la cantina abria sus<br />
puertas un hotel destartalado, de empinada escalera.<br />
Domfnguez reia plbcidamente, mirando de sos-<br />
layo a Cancino. En su posici6n de decano se sentia<br />
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