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frente a las lu'ces verdes de n Bosco, cafe de 10s ar-<br />
tistas.<br />
La alegria y la emoci6n del triunfo le humede-<br />
cfan 10s ojos. Dej6 el Bosco, por elegante, y sigui6<br />
caminando. El triunfo era de 61 solo, no querfa con-<br />
taminarlo con nadie. Hubiera bebido a destajo aque-<br />
lla noche, pro dnicmente ctm el Bmba. . .<br />
Se detuvo nuevamente frente a las luces rojas<br />
del Cafe Kiko, pro tampoco se atrevi6 a entrar.<br />
mente d mesh se alineaban filas de bulliciosos be-<br />
bedores de cerveza. AIg.mas comentaban las pleas<br />
finales del Caupolich. Dos o tres se 10 quedamn mi-<br />
rando.<br />
Un muchacho pequefio y &gil sali6 detrfts de<br />
una columna de cajones de cerveza y pronuncid su<br />
nombre. Del fondo, junto a la discorola iluminada,<br />
alguien le hizo sefias, invitftndolo a pasar. Caucamhn<br />
crey6 reconocer a uno de 10s apostadores que fre-<br />
cuentabm el gimnasio de la Federacih, 10s dim de<br />
pesaje.<br />
Hurt6 el cuerpo, apresuradamente, y cruz6 de<br />
un trote la Alameda hacia San Francisco. De un ea-<br />
mi6n descubierto bajaron j6venes frailes francisca-<br />
nos. Con algunas dificultades, el pdgil logr6 acercar-<br />
se a la puerta principal.<br />
El interior del templo era una apoteosis de 1h.1-<br />
paras, estrellas y flores. El altar mayor lucia cuajado<br />
de azucenas y claveles blancos. En el coro, las poten-<br />
tes voces de algunos jubilados de la lirica nacional,<br />
voces entEnadas y castigadas por Verdi y Puccini,<br />
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